Quien asistiese este miércoles a la sesión de control parlamentario al Gobierno en el Congreso de los Diputados difícilmente pensaría que pocas horas antes se había consumado un acuerdo histórico –porque histórico empieza a ser cuanto está fuera del surrealismo habitual- entre los dos grandes partidos de este país, el PSOE y el PP. Tras más de dos mil días de incumplimiento del mandato constitucional de renovar el Consejo del Poder Judicial, y, para cierto sonrojo patrio, en Bruselas y ante una ‘mediadora’ europea, socialistas y ‘populares’ suscribían un acuerdo que básicamente deja todo como está; con distintos rostros, eso sí, pero que promete, ante una euro notaria, reformas de mayor calado.
Gran contento por parte de todos; por fin un pacto entre los dos. Sí, pero leña en el Parlamento, como si las viejas rencillas y los odios cainitas siguiesen en pie, que, por supuesto, siguen. Mientras el papel que Pedro Sánchez se arrogó, no sin habilidad, era el del gran muñidor de acuerdos y pactos (¡¡!!), Feijoo se atenía a su rol, tratando de contentar a los ‘halcones’ de su partido, contrarios al acuerdo con el PSOE, atacando verbalmente al presidente. Con ironías como ‘Con este pacto, ¿se ha hecho usted de ultraderecha?’ y con dardos envenenados contra el fiscal general del Estado, cuya dimisión pidieron, en sus intervenciones, varios diputados del PP. Y remató Feijoo exigiendo a Sánchez «que se siente y explique a la prensa todo lo que está saliendo sobre su familia y contorno».
Me pareció que era algo extemporánea esta salida justamente en un día en el que los editoriales de todos los periódicos saludaban, cada cual a su aire, el pacto como algo saludable. Somos muchos los que venimos desde tiempos inmemoriales solicitando un acercamiento en cuestiones fundamentales –y ello incluye una reforma de la Constitución- entre los dos principales, casi únicos ya, partidos nacionales y, por tanto, fuimos muchos los que ayer, supongo, lanzamos un suspiro como de alivio: algo se avanza en medio del constante retroceso.
Cierto, la dimisión del fiscal general es un clamor solicitado pero (aún) no concedido; cierto, lo de la amnistía sigue enconando las relaciones y encrespando a las instituciones; cierto, los negocios de Begoña Gómez, seguramente poco estéticos pero probablemente tampoco ilegales, han encrespado los ánimos de la nación. Pero…
Pero este miércoles, día en el que, además, en la UE se consumaba el pacto transversal de gobierno entre conservadores, socialdemócratas y liberales, era un día especial. No era la jornada de los guerreros, sino la de quienes abogan por templar ánimos. Y ahí creo que, por una vez y abandonando su tradicional tono chulesco, Sánchez –atribulado por algún problema familiar, lo que le ha hecho, aseguran, cancelar su agenda durante un día- estuvo acertado.
Claro que ahora falta todo lo demás, y el presidente del Gobierno, que no ha sido nunca precisamente hombre de consensos, tendrá que demostrar que algo, al menos algo, va a cambiar. En este clima no se concibe que, por ejemplo, mantenga su empeño en no citar a La Moncloa al jefe de la oposición, ni resulta pensable que no se hable ya abiertamente de otros grandes consensos en el Banco de España, en RTVE, en los organismos reguladores, en el control de los fondos europeos, en política exterior –si, en política exterior-… Este país, al que ilusionó una noticia que debería haberse producido hace un lustro, la del acuerdo sobre la renovación del órgano de gobierno de los jueces, merece que le alegren la vida con otras iniciativas positivas, de acercamiento y de fin de la política insultadora, fea, de zafarrancho de combate.
Sí, ya sé que está el espinoso tema catalán, o que está ahí siempre presente Vox para atraerse a los más ‘duros’, o que los nacionalistas, excluidos del pacto judicial, van a hacer ruido… Pero ahora, cada día tiene su afán, todo eso parece periférico. Se ha dado un gran paso (o sea, el paso que era lógico y hasta inevitable), se han impuesto el realismo y el sentido común -¿por qué esto no se hizo mucho antes?- y lo deseable sería continuar por este camino, ahora que, por lo pronto, no hay nuevas guerras electorales a la vista, Cataluña siempre, claro, excluida. No ha sido una boda esto de Bolaños/Sánchez-González/Pons Feijoo, pero se han visto fugaces chispas casi como de tenue amor en algunos ojos. Que se beeeseen, que se beeseen… O, al menos, que se hablen de una vez.
Deja una respuesta