—-
(un horror, vamos. Una patochada. Hay quien dice que qué mujer tan admirable, porque hace su santa voluntad. ¿Es una virtud ponerse el mundo por montera cuando te sobra el dinero y la protección no ganados con el sudor de tu frente?. Doy la imagen repetida no vaya a ser que se le escape a usted algún detalle del esperpento)
———-
—–
De acuerdo: llámeme demagogo, pero, cuando casi todo el país tiembla pensando en su inmediato futuro -que será, sin duda, peor que el presente-, creo que no estamos para bodas fastuosas, ni para bromas conyugales, ni para admirar a quien hace-lo-que-le-da-la-gana con su vida, que es una vida basada en privilegios no ganados con el sudor de su frente, precisamente, y que debería ser ejemplar. Excentricidades, las justas.
De acuerdo: llámeme simple, pero pienso que no están los hornos para que los políticos calienten en ellos sus propios bollos, favoreciendo -dicen- a parientes, deudos y amigos. Y conste que no estoy tirando la primera piedra contra nadie: mantener una conversación en un coche no es ningún delito, aunque ya se sabe que en campaña electoral todo sirve como arma arrojadiza. Pero pienso que el ministro del que todos hablan y al que alguien acusa debe actuar con presteza, desmentir las imputaciones de haber recibido dinero a cambio de ayudas a un empresario como algo totalmente falso y mostrar que ha presentado la correspondiente e inevitable querella.
De acuerdo: dígame que me instalo en el tópico, pero no puedo evitar enfadarme cuando unos desaprensivos se conceden indemnizaciones millonarias e inmerecidas tras gestiones desastrosas que han derivado en más desempleados en empresas privadas, públicas y cajas de ahorros. Y todo ello, ante la miopía del Banco de España, empeñado en hacer de mono sabio: ni ver, ni oír, ni hablar.
De acuerdo: no es novedoso irritarse ante las naderías que componen esta precampaña electoral, ante la falta de ideas, ante las contradicciones emanadas del Gobierno y también, aunque sea menos grave, de la oposición. Ooootra vez los tiras y aflojas para ver dónde se hacen los debates televisivos, para ver quién y cómo los modera (todo menos plantear un cara a cara abierto, ‘a la americana’, con varios preguntadores). Y sí, estamos de acuerdo en que la clase política se confirma como el tercer problema nacional para los españoles.
De acuerdo: hoy, a solo cuarenta y cinco días de unas elecciones que deberían abrir una nueva era, constatamos que esta España de duquesas peculiares y pícaros sin cuento, o con mucho cuento, cerrada al debate con los ciudadanos, impermeable a los rayos de sol y a la lluvia purificadora, sigue siendo la misma de siempre. Qué lástima no sentirse, para colmo, representado por esos indignados a los que algunos quieren, quién sabe por qué estrategia de marketing, llamar jacobinos y no son sino desesperados con escaso futuro laboral, jamás revolucionarios.
Deja una respuesta