Han pasado tantas cosas desde aquel ya parece que lejano debate sobre el estado de la nación que reconozco que tengo una inmensa confusión, mezclada con una desazón moral ´casi sin precedentes. Rotas las posibilidades de pacto PP-PSOE, que entiendo que sería lo más conveniente, el panorama se puebla de aprovechados inmorales, arribistas, injustamente privilegiados, como Urdangarín y su ex socio Torres, como la Alteza Serenísima a la que no quiero ni nombrar, como el terrible Bárcenas. La nube se llena de documentos, reales, apócrifos o mitad y mitad, ilegalmente conseguidos (Método3), tapados a duras penas (Falciani), que deberían ser objeto de custodia judicial/policial y no lo son; pero documentos todos, como los correos de Diego Torres, que son susceptibles de hacer temblar al Estado. A ese Esado que tantos esfuerzos y sacrificios nos ha costado solidificar.
No pueden las instituciones, no puede la clase política, permanecer inmóviles ante este estado de cosas, en el que lo primero que falta es claridad: ni explicaciones oficiales, ni esa tan cacareada transparencia (menuda chapuza los pretextos sobre la situación laboral de Bárcenas en el PP, menudo silencio lo del chalé de Blanco, menuda incógnita lo de las entrevistas –¿con mensaje para quién?– de la innombrable, menudo enjuague lo de las escuchas de políticos a políticos…y no solo entre ellos)
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