Estamos en medio de una tormenta perfecta, con eclosión en menos de un mes


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(No hay mal que por bien no venga: la insensatez de Trump antes de llegar a la ‘cumbre’ del G-7 restó papel informativo a las desmesuras de Rovira y Otegi en la ‘contracumbre’)
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La verdad es que la ‘contracumbre’ a la desde ya se puede decir que ineficaz reunión del G-7 en Biarritz tuvo más de ataque al régimen vigente en España que al significado ‘capitalista’ de la reunión de los siete países teóricamente más poderosos del mundo. La guerra total desatada por Trump contra China –ausente, como Rusia, de esta ‘cumbre’—ha servido para hacer estallar cualquier atisbo de diálogo multilateral y ha sembrado de negras perspectivas el futuro económico del planeta. Así que poco espacio quedaba en los titulares para las descargas de fusilería hueca que Marta Rovira y Arnaldo Otegi disparaban contra el ‘Estado español’.

Claro que no puede pasar desapercibido el hecho de que Rovira (Esquerra Republicana de Catalunya) y Otegi (Bildu) serían aliados imprescindibles, con su abstención, para una investidura de Pedro Sánchez, que esta este fin de semana estaba, como corresponde, ‘del otro lado’, es decir, entre los invitados oficiales de Macron a la ‘cumbre’ de un Grupo al que España no pertenece, aunque sí lo hagan los europeos Francia, Alemania, Italia y, a su manera, Gran Bretaña.

Supongo que Sánchez, en sus encuentros informales con los líderes de ‘ese’ mundo representado por el G-7, donde están personajes tan, ejem, peculiares como Boris Johnson y Trump, además de la ‘Italia de Salvini’, tendrá mucho que explicar, ya que en casa no lo hace, sobre sus planes concretos para permanecer en el Gobierno del Reino de España. ¿Gracias a esos que estaban en la ‘contracumbre’, por la que también apareció algún representante de Podemos? Ciertamente, eso no va a ser ya posible, y creo que Sánchez lo sabe (o no…).

El mundo, Europa –que está, como el Gobierno español o el italiano, ‘en funciones’—y, claro, nuestro país, andan sumergidos en la tormenta perfecta, que es la que no permite atisbar la luz al final del túnel: todo se conjura, aparentemente, para alentar la desesperanza y eso, por supuesto, se nota en las Bolsas. El mundo, porque hay gente como los mandatarios estadounidense, británico, ruso y chino –bueno, incluyamos a los Bolsonaro y Salvini— que se empeña en hacerlo un poco peor. Europa, porque su debilidad se acrecienta, y más ahora que está a la espera de que sus nuevos líderes tomen posesión. Y España…

En España hay muchos boquetes bajo la línea de flotación. La propia inanidad de nuestros representantes, definidos por un prestigioso comentarista como “la clase política más inepta de la democracia” y necesitada de urgente renovación –¿dónde está Rivera?, se preguntaban este sábado muchos periódicos–, es, sin duda, un problema mayúsculo. La ausencia del Rey, que tendrá que tomar medidas importantes en las dos próximas semanas, en las imágenes de la entrada de su padre en la clínica donde sufriría una importante operación cardiaca, es otro elemento digno de análisis. Y claro, Cataluña, donde las rencillas entre los separatistas auguran cualquier desenlace; siempre, eso sí, incontrolado.

Demasiados silencios, excesivamente poca transparencia, abonan la confusión generalizada y, claro, no basta la comparecencia de la portavoz Celáa tras el Consejo de Ministros (en funciones) para disminuir el desasosiego. Sobre todo, si nos dice que Sánchez aplaza sus consultas con los ‘colegas’ políticos unos días más: cuando estas líneas se escriben, queda un mes menos un día para que la tormenta perfecta haga eclosión, en el sentido de que haremos historia. Pero la que se inscribe en las páginas lamentables del pasado de nuestra gran nación, no la que ha quedado escrita en la por muchos motivos admirable primera Transición, esa tan denostada por algunos, que por cierto no solo son quienes podían hallarse en la ‘contracumbre’ del G-7.

fjauregui@educa2020.es

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