Distinguido Sr Jauregui,
es evidente que el testimonio aislado de un imputado, no puede ni debe por si mismo remover el sumario del 11-M. Pero es que este está plagado de datos y hechos poco creíbles, que forma sistemática se justifican a traves de la casualidad o del silencio.
La caravana paralela de ETA (dicen que es casual), los restos de explosivos en el tren (casualmente dicen que no se puede determinar su composició, cuando la científica española ya lo ha hecho con anterioridad). Un coche, que casualmente fue utilizado en la masacre, que casualmente aparece varios meses después en Alacalá, sobre el que casualmente pesan varias denuncias por robo y que casualmente estaba aparcado y denunciado en una céntrica calle de Madrid. Una mochila, que casualmente no estalló, que casualmente contenía una tarjeta SIM que no necesitaba, que casualmente no podía estallar.
Una instrucción, la de Leganés, que casualmente se consigue que salga de la jusrisdicción de Teresa Palacios, para pasar a la del Juez del Olmo.
¿No cree usted que es demasiado espacio para la casualidad, y que alguien debería aclarar tanta casualidad, que ocasionalmente siempre apuntan en la misma dirección de autoría?
Jaúregui, un poquito de porfavor y de «celo profesional». Con esa defensa a ultranza de la verdad oficial, a lo mejor ante algunos, se nos empieza a resquebrajar la bien ganada credibilidad profesional.
O ¿tiene usted algún dato que los demás ignoremos y evite que dudemos de tantas casualidades?
Un saludo
Hay muchos agujeros en la investigación policial y en la instrucción sumarial. Claro que sí. Pero no hay menos en el rastreo periodístico. Desde luego, del testimonio de Trashorras no puede deducirse, como algún comentarista de radio episcopal deduce, que el PSOE prácticamente colocó los explosivos para ganar las elecciones, que la policía está toda mirando hacia otro lado y que los jueces se dedican a trastabillar los hechos con un propósito indudable: agradar a la voluntad del Gobierno. Esto, lo siento, es una auténtica barbaridad, sea o no la verdad oficial, sea o no hacer seguidismo de un Gobierno que a mí hace tiempo que dejó de convencerme. ¿Por qué hemos de seguir siempre las tesis más fantásticas, más absurdas, más abominables, más interesadas?
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