Wyoming nos quita el pan, pero no es su culpa

Fernando Jáuregui

Nada tengo, obviamente, contra el llamado Gran Wyoming, o sea, el ciudadano José Miguel Monzón. Veo y me divierte su programa televisivo, en el que actúa casi siempre de caricato. Y no desmintió esa condición cuando, en la noche del lunes, entrevistó a ‘porta gayola’ al recién dimitido vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, que iniciaba de esta algo chusca manera su campaña electoral para tratar de hacerse con la presidencia de la Comunidad de Madrid. Wyoming hacía gracietas –o lo intentaba—e Iglesias se ponía serio –o eso parecía pretender–. Y luego fuéronse y no hubo nada.

Porque no, no hubo aclaraciones ni noticias, ni presión para obtenerlas, en la primera comparecencia televisiva tras el portazo de alguien que, como Pablo Iglesias, aborrece profundamente al periodista medio –y Wyoming es licenciado en Medicina, y no pretende otra cosa que ser un ‘showman’ en un espectáculo en el que el centro es…Wyoming, por supuesto–. Eché de menos una rueda de prensa del todavía vicepresidente del Ejecutivo de Pedro Sánchez, como eché de menos algo más que las lacónicas palabras de este último desde Maontauban sobre la sorpresa que le dio su ‘vice’ al provocar una importante crisis de Gobierno. Nada. No hay explicaciones, más allá de un vídeo-comunicado del aún líder de Unidas Podemos y de las bromas de Wyoming; dos gallos en un gallinero es algo que nunca da buenos resultados.

Todo esto lo digo porque sé del escaso respeto de Pablo iglesias por los medios de comunicación que se dedican a la información y por los profesionales que pretendemos lo mismo desde las normas tradicionales del periodismo, que por cierto están cada día más olvidadas y preteridas. Así que tampoco me pareció demasiado excéntrico que su primera aparición mediática tras dar la campanada fuese de la mano de un Wyoming que minutos antes se había sacado la camisa y aflojado los tirantes para hacer una gracieta más. Por ahí, por la camisa por fuera, los tirantes holgados, los pelos despeinados, el gesto burlón, entrevistando al señor del moño, anda hoy la política española.

Y de lo nuestro ¿qué? Pues lo nuestro, lo de los periodistas, por lo visto es ir perdiendo terreno de la mano de quienes prefieren comunicarse con sus electores, fervorosos, ‘hooligans’ y demás, por un tuit, que al fin y al cabo eso no exige ni muchas palabras ni mucha ciencia ni que te anden preguntando y encima pretendiendo repreguntar. Y entonces llega el joven y simpático Ibai Llanos y se larga una serie de entrevistas, también a su manera, con los deportistas y cantantes más famosos, que pasan muy mucho de los profesionales de la información, que son bastante más latosos y menos cómplices.

No, no era el Gran Wyoming, acompañado de la gran Sandra Sabatés, que intenta poner un poco de seriedad ante los desmadres, a veces reconozco que geniales, de su teórico jefe, la persona para esa entrevista con el hombre que, con sus volatines, ha conmocionado todo el arquitrabe político español. Iglesias tendría, ya digo, que haber comparecido esa misma noche en una rueda de prensa, en algún programa netamente informativo, mostrando su respeto a las reglas; luego, que acuda a todos esos hormigueros, sin duda más divertidos, que tienen seguramente el éxito que se merecen, pero que buscan más el espectáculo que informar a la ciudadanía de una manera completa, imparcial y sin vedettismos en unos momentos ciertamente graves para la política del país.

Y uno, como periodista acostumbrado a que esas reglas del oficio se mantengan, no tiene más remedio que constatar que los profesionales de la información tenemos que recuperar el aprecio por nosotros mismos, tras haber mostrado, en este año de estado de alarma y de lágrimas, que sabemos estar ahí, cumpliendo con un deber inalienable, imprescindible. Aunque Pablo Iglesias jamás vaya a reconocérnoslo.

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