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(nada hay que guste a un político más que un micrófono. Excepto, claro, cuando hay que liarse a manotazos con él)
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Lo ví por televisión, porque ese día yo no estaba allí: un tremendo manotazo a un micrófono que, a la entrada de la comisión de Justicia del Congreso de los Diputados, trataba de arrancar alguna declaración de la ex ministra de la cosa e inminente fiscal(a) general del Estado, la controvertida doña Dolores Delgado. Tres días antes pude ver también el poco amable forcejeo de los responsables del ‘orden’ en la Cámara Baja pretendiendo impedir que mis compañeros fotógrafos inmortalizasen, es un decir, una reunión entre el Partido Popular y Ciudadanos, en busca de la coalición apetecible de centro derecha que atenúe cualquier desastre previsible. A los ‘foteros’ les dijeron que no se preocupasen, que ya les enviarían la imagen ‘oficial’ del encuentro. Y claro, ellos colgaron las cámaras en protesta, qué menos.
Hablo, por supuesto, de la opacidad que se enseñorea de nuestra vida política. Y que no afecta, como vemos, solamente al Gobierno y a los partidos que lo integran, aunque el PSOE y Podemos ya hayan demostrado sobradamente que la transparencia no es lo suyo, por mucho que proclamen sus anhelos de abrirse a la información, a la libertad de expresión y todas esas cosas que nuestros representantes dicen siempre y no practican casi nunca. Porque ahí tienen ustedes, sin ir más lejos, a ‘Génova’ dando con nocturnidad y algo de alevosía un golpe en la mesa para forzar el pacto entre PP y Ciudadanos en el País Vasco, sin que se enterasen no ya los chicos de la prensa, sino ni siquiera el responsable ‘popular’ en Euskadi, Alfonso Alonso. Otro, como Basagoiti o Samper, rebelde con causa; el que se mueve no sale en la foto, mira que os lo advirtieron.
Pero podría seguir: qué te parece que, a cuatro días como quien dice de la puesta en marcha de la famosa ‘mesa negociadora’, los de Esquerra y Junts per Cat, en pleno forcejeo entre ‘indepes’, ni siquiera hayan comunicado quiénes van a asistir a la ‘cumbre monclovita’ de la taula, quién sabe si ‘rodona’. Y, si ni te dicen quiénes van a asistir del lado catalán, ya de comunicarnos de qué van a hablar ni te cuento. Que especulen los periodistas, seguro que se dicen entre ellos, que ya daremos nosotros después el comunicado, insisto, oficial. Y que no protesten mucho, no vaya a ser que tampoco les dejemos siquiera hacer fotos a la entrada. Ya veremos si preguntas se admiten o no y cuántas. Y de repreguntar, nada.
Así, la consecuencia más palpable del inmenso barullo político que vivimos es, fundamentalmente, que, a falta de información, florece la especulación. Y la sensación de que desde los despachos oficiales se falta a la verdad, ¿no es cierto, señor Abalos?, es reemplazada necesariamente por las ‘hipótesis que se barajan’, cuando no por las ‘fake news’. No sé muy bien, a estas alturas, a qué pescadores beneficia tan revuelto río. Al final, pues eso: que cuando la estrategia del silencio, de la nota ministerial poco o nada explicativa, de la versión múltiple y contradictoria, no funciona, se acude al manotazo al micrófono y asunto resuelto. Y a callar todos.
fjauregui@educa2020.es
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