A ZP le toca pactar como sea

Me comentaba hace dos días una fuente de La Moncloa que, por mucho que parezca lo contrario, el Gobierno de Zapatero hubiese estado dispuesto a pactar con el Partido Popular el nombre del director del Centro de Investigaciones Sociológicas. «Os hubiéseis evitado el bochorno del cese de Belén Barreiro en las condiciones en las que se produjo», dije a mi fuente. «Ya es tarde», me respondió: «nada puede hacerse hasta la próxima Legislatura; hemos avanzado demasiado».

Tengo la sensación de que en el seno del equipo de ZP crece la idea de que acaso no hubiese sido tan mala cosa haber ofrecido públicamente -más pública e insistentemente de lo que se hizo, con la boca pequeña- un pacto global a la oposición. Ampliando acuerdos parciales, que llevaron al nombramiento consensuado del presidente del Consejo del Poder Judicial, o del de Radiotelevisión Española. O al pacto antiterrorista. O al de la reforma financiera. O tantos otros, deslucidos por los golpes dialécticos y por la falta de voluntad de ampliar los horizontes del acuerdo, contra lo que demandan los españoles, según demuestran todas las encuestas.

Acuciado por la necesidad, Zapatero se ve ahora abocado a pactar mucho más de lo que se hubiera sentido capaz hace unos meses: con el Partido Nacionalista Vasco, los presupuestos para el año próximo, y eso que el PNV ni cree ni necesita los PGE. Con Sarkozy, no reprochándole algo tan increíble como la expulsión de los gitanos, en aras de la buena vecindad; con Mohammed VI, lo mismo, pero por el sur. Tengo para mí que perdió una gran oportunidad de mostrar un mejor talante político al no ofrecer a Rajoy, además, un consenso en torno a la dirección de los servicios secretos, y otro sobre el nombre del director del CIS.

Pero creo que vamos a ver a ZP tendiendo manos en las próximas semanas: aunque estemos ya en época preelectoral, tengo la impresión de que el presidente conoce su destino ante las urnas, y sospecha que no va a ser demasiado brillante. Así que supongo que preferirá pasar a la Historia, con mayúsculas, como el pacificador de crispaciones y el constructor de consensos positivos. Que, al final, el consenso nada tiene que ver con el legítimo y deseable juego de confrontación entre Gobierno y oposición. Y puede que ZP, al final, haya visto la luz, aunque sea algo tarde. Ahora falta que Rajoy comprenda lo que está pasando por la cabeza de su oponente político.

2 respuestas

  1. ¿Qué espíritu debe mover el pacto, el consenso o el acuerdo entre políticos de distinto color? Parecería lógico dar por supuesto que el bien de la nación. Pero no es tan obvio.

    El pacto de Los PGE con PNV no nace para favorecer al conjunto de la sociedad. De hecho, en algunos aspectos ahonda más en la falta de equidad que el sistema foral establece a su favor. La razón primera y última de este pacto es mantenerse en Moncloa el tiempo necesario para no convocar anticipadamente. El descrédito en términos electorales de unos presupuestos prorrogados y una convocatoria anticipada matarían al PSOE para una década como poco.

    ¿Había que pactar lo de Barreiros y sus sucesor? Bueno, mi forma de verlo es otra: lo que hay que hacer es permitir que el CIS esté en manos de funcionarios técnicos que crezcan en sus carreras a partir de sus méritos y sin injerencias políticas. Separar la gestión administrativa de la contingencia política es necesario para evitar colapsos administrativos, incremento de gastos innecesarios y cambios de rumbo y estrategia en el negociado cada vez que cambia el responsable político. Y puesto que la administración está subordinada de una manera u otra al poder ejecutivo, la necesidad de que éste dé criterios pero no interfiera la labor técnica se hace más acuciante todavía.

    Una cosa es decir al CIS hágame ud. un estudio sociodemográfico del conocimiento del inglés entre los españoles para que yo, gobierno, pueda definir la inversión en este área para los próximos años. O prepáreme ud. un sondeo sobre intención de voto entre los españoles mayores de 18 años para informar a gobierno, oposición y sociedad. Y otra bien distinta exigir al CIS que el resultado sea que la mayoría de españoles hablamos inglés fetén desde que gobierna Zutano o darle al CIS las preguntas sesgadas y precocinadas desde vicepresidencia.

    ¿Y Rajoy? ¿Será capaz de comprender algo en términos de estado? Ya sabes lo que pienso de Rajoy: sería el tercer presidente mediocre consecutivo y con el lastre, además, de ser poco trabajador. No es muy listo ni está muy preparado. ¿Es capaz de ver el interés de la sociedad por encima de su deseo de ser «califa en lugar del califa»? Estoy seguro de que no, pero no únicamente por tratarse de quien se trata, si no porque la dinámica vital del político profesional en España va siempre por ahí.

    Por otros motivos estoy ahora viviendo una micro vida política en «segunda línea de playa» para que nos entendamos. Es sorprendente ver como la gente llana se acerca ilusionada y esperanzada -como yo-, pero luego la realidad por dentro es terrible: qué habrá para mí, querré esto o aquello, cuántos de los míos irán en la lista, etc.

    Otra vez veo como única salida a casi todos nuestros males políticos una reforma profunda del sistema político: en este momento estamos jugando al fútbol con las normas del cricket y el resultado es una partida de mus con baraja francesa y jugadores de dominó. Juguemos al mus o al cricket o al fútbol, pero hagámoslo con las reglas específicas de cada alternativa.

  2. No se puede pactar con un violador de pactos.

    Tienda las manos o no, los ciudadanos no le creemos.

    Miente con la mejor de sus sonrisas, como cuando negaba estar negociando con ETA. Como cuando prometió a los mineros un brillante futuro.

    Se desdice con envidiable frescura, como cuando, en plena sesión del congreso anunció, así, de repente, por las buenas, que PSOE de Navarra no cumpliría lo pactado, y que seguirían apoyando a ANV en los ayuntamientos.

    Cuando Zapatero te engaña la primera vez, es culpa de Zapatero. A partir de entonces, si te engaña, Culpa Tuya Es.

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