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Cuentan las crónicas que se ha convertido ya en una tradición, por parte de un sector del respetable, abuchear a Zapatero en su comparecencia en el desfile del día de la Fiesta Nacional, antes llamado de la Hispanidad. La llegada del presidente del Gobierno a la tribuna desde la que contemplará este martes el desfile, y sobre todo su marcha de esa tribuna, son habitualmente saludadas con más pitos que palmas, con protagonismo en los primeros de, dicen, familiares de militares y sectores ligados al principal partido de la oposición.
El caso es que, en el capítulo de los abucheos, ya los padeció el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, este fin de semana, en el día de la Guardia Civil, una protesta que presumiblemente encabezan personas cercanas a esa Benemérita que se siente maltratada en cuestiones salariales y sindicales. Así que esta forma de expresión se va generalizando cuando de los miembros del Gobierno se trata; lo entiendo, aunque no siempre lo comparta, por más que no dejo de ver que haya razones para ello.
Abuchear a quien encarna al Gobierno en el acto institucional de la conmemoración patria me parece algo fuera de lugar, debo decirlo; Zapatero no está en el podio ese día en su calidad de representante de una forma de gobernar, sino en la de segunda personalidad en el protocolo del Estado. La del 12 de octubre es jornada para todos los españoles, sin distinción de credos o, incluso, de trayectorias políticas: ese día, España le muestra al mundo una sola cara, y nadie debería, entiendo, abofetearla.
Otra cosa es que existan muy pocas oportunidades en este país nuestro para la protesta ‘en vivo’, porque son muy contadas las ocasiones en las que los líderes políticos, tan endogámicos, toman contacto con la calle: incluso, este 12 de octubre se ha limitado la capacidad de asistencia al desfile, dicen oficialmente que por culpa de las obras del alcalde Gallardón en la capital. Quién sabe.
Pero es de temer que abucheos, en todo caso, los habrá. Reflexione ZP acerca de cuáles puedan ser las razones por las cuales algunos españoles, organizados para ello, eso sí, le expresan su rechazo más allá de esas terribles encuestas que, ay, tan demostrativas son de lo que la ciudadanía piensa de su clase política, sea ello o no del todo justo, que eso empieza ya a ser lo de menos.
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