Se nos fue Ratzinger, que es un Papa que a mí, y conste que lo he visto de cerca, me parece un ser algo extraño, de mirada inquietante. Lo cual no quiere decir nada, sino que por sus obras los conoceréis. Y sus obras, hasta ahora, no me convencen. Claro que seguro que a él le convencen aún menos las mías, mal católico como soy, si es que a estas alturas me puedo considerar católico.
El sabor que me ha dejado la visita a Valencia ha sido como el de algo antiguo. De un momento a otro esperab a verle cantando en latín la misa. Y la gente que allí estaba…pues había de todo, claro, pero me parece que se pueden sacar algunas con clusiones políticas de lo que se veía: ni España ha dejado de ser católica, aunque muchos que dicen serlo no lo son, ni había en Valencia este domingo muchos votantes del PSOE. Y ninguna de las dos cosas va a cambiar demasiado. Así que es absurdo empeñarse en guerras de corte azañista o zapateriano. A Dios lo que es de Dios, al César lo que del César y a los ciudadanos, dadnos concordia, nada de crispaciones, tolerancia, justicia y lucha contra la corrupción, que de todo eso va haciendo falta. Por cierto que nada de esto he escuchado en esta visita de Ratzinger, el Papa, ya digo, de mirada tan inquietante.
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