Admitámoslo: estamos ante el típico agotamiento de fin de curso. Ayer, a última hora de la tarde, estuve en la salida de patio de colegio de los señores diputados tras su sesión plenaria –bastante nefasta para los socialistas, que penden de un hilo– y me dí cuenta de que todos ansiamos un poco de esa engañosa libertad de las vacaciones. Desde algún ministro con el que me topé hasta los próceres de la oposición y esa señorita a la que Pascua llama Srta. Fucsia (un hallazgo, ya digo) mostraban su agotamiento, no solo mental –puede ser habitual–, sino hasta físico. Lo peor es que ya nos hemos olvidado de ‘la roja’ y también constatar que, cuanto más felices nos marchemos a eso que antes se llamaba veranear, más pesarosos hemos de regresar. En fin, que todavía nos quedan unos días antes de la égira. Sigamos.
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