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(Albert, acuérdate de que eres mortal)
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Las formaciones políticas españolas, muchas de ellas al menos, deberían hacérselo mirar. Menuda catástrofe, entre títulos falsificados, procesos por la corrupción pasada, espectáculos derivados de ambiciones sin cuento y falta de ideas renovadoras. Nunca como ahora, quizá, estuvieron nuestros partidos tan distanciados de los ciudadanos, lo cual es, sin duda, grave, teniendo en cuenta que la nuestra es una democracia basada y asentada en el sistema partidario.
En el Partido Popular, entre el máster de Cristina Cifuentes y las meteduras de pata -que para mí no lo son tanto, pero en fin…– del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, resulta difícil evidenciar una mayor descoordinación informativa, táctica y estratégica, de la que ya existe. El PSOE anda desautorizando a su ‘hombre en Madrid’, que era el hombre de Pedro Sánchez, es decir, José Manuel Franco, por su ‘charla informal’ con la alcaldesa Manuela Carmena, en la que presuntamente se llegó a hablar de que los socialistas ofrecerían a la edil la candidatura a la Villa et Corte, algo prontamente desmentido desde el propio Ayuntamiento y desde Podemos: jamás aceptaría Carmena, dicen estas fuentes, ir en otra lista que no fuese la de Ahora Madrid, es decir, la apoyada por los ‘morados’. Menudo zasca –espantosa palabra– a quienes, desde el PSOE, creían poder hacerse, mediante una maniobra de aproximación a Carmena, con el municipio más importante y emblemático de España. No: ella, pese a sus encontronazos con algunos de sus concejales más irreductibles, sigue fiel a quienes la llevaron al sillón en La Cibeles. Una muestra más de que Franco no es, desde luego, licenciaturas en matemáticas aparte, Metternich precisamente.
Y ahora que hablamos de Podemos…
Bueno, la última de Podemos ha sido una metedura de pata monumental, que evidencia, sin embargo, hasta qué punto está averiada esta formación. Pues claro que ha habido conversaciones entre Iñigo Errejón y Carolina Bescansa (y más gente) para disminuir, o incluso acabar, con la hegemonía un tanto absolutista de Pablo Iglesias. Pero esas conversaciones, plasmadas en un documento interno, se filtraron al exterior gracias a un ridículo (y cuestionable) error informático. Un error que ha puesto de manifiesto que, desde la Comunidad de Madrid, si es que la gana en las elecciones del año próximo, Errejón trataría de construir una alternativa al cada día más ampliamente contestado tandem Iglesias/Irene Montero.
Demasiadas luchas por el poder, conspiraciones en grado de tentativa o vaya usted a saber en qué fase se encuentran, peleítas partidistas que recuerdan aquel dicho, atribuido a Schröder, «hay enemigos, enemigos a muerte y correligionarios». Y lo vamos comprobando en el PP, que era hasta ahora el partido más numeroso, mejor estructurado y más cohesionado del panorama político español. Se hace patente también en el PSOE, donde las guerras internas son ya legendarias y lo evidenciamos igualmente en Podemos, donde todo tiene aires de futura, aunque quizá a no tan corto plazo, escisión, quizá porque el liderazgo de Iglesias se hace cada día más insoportable para una fracción de este partido y de sus asociados. Aunque forzoso es reconocer que Iglesias supo manejar esta crisis bastante bien, logrando una ‘lista unitaria’ en Madrid.
Lo que más castiga el electorado, dicen las encuestas desde siempre, es la falta de unidad interna, las contradicciones, la falta de liderazgo, en los partidos. Quizá por eso les va tan bien a los de Ciudadanos en los sondeos: el liderazgo de Rivera no se discute
-algunos le han querido enfrentar con Inés Arrimadas, pero esto no es lo de Pedro Sánchez y Susana Díaz, ni mucho menos–, entre otras cosas porque en el entorno de Rivera faltan figuras de auténtico nivel. No hay, por otro lado, historias de corruptelas en el partido, aún no demasiadas al menos, y el mensaje sigue siendo transversal: ni demasiado de derechas –aunque cada vez se decanten más hacia ese lado, para arrebatar clientela al PP– ni demasiado de izquierdas. La formación naranja solamente ‘pincha’ ante nacionalismos como el vasco o, lo que viene a ser casi lo mismo, el navarro. Y es enemiga mortal, claro, del secesionismo catalán, lo cual es algo que a C’s le viene bien en el resto de España.
Las encuestas que conozco indican que Ciudadanos es, además, un partido mejor aceptado intergeneracionalmente. Si PSOE y, sobre todo, PP, encuentran su acomodo apenas en los mayores de sesenta años, y Podemos apenas en los menores de treinta, C’s sería el partido de las generaciones entre los treinta y los sesenta, pero penetrando algo en los más jóvenes y en los más mayores.
Y además, ya digo, no se pelean y, aunque cambien demasiado de opinión y de posturas de cara a la galería, no lo discuten entre ellos, o no demasiado, que se sepa. ¿Comprende usted ahora, visto lo que estamos viendo en otras partes, por qué sube la intención de voto a Ciudadanos? Ahora solo falta que, como a los aurigas vencedores en Roma, alguien preceda a Rivera en sus paseos triunfales y le susurre: «acuérdate, Albert, de que eres mortal».
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