Estrategia habitual en todo político, especialmente en campaña electoral, es la de afirmar sentirse zaherido por los medios de comunicación. Sobre todo, cuando estos son públicos y están teóricamente ‘controlados’ por el partido adversario. Así que la secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal, se encaró, en rifirrafe que ha dado la vuelta a España, con la directora de ‘los desayunos de TVE’, Ana Pastor, para expresarle su disgusto por los contenidos informativos de la televisión pública.
Lamenté que alguien para mí tan valioso políticamente como Cospedal se metiese en tales lodazales. No solamente porque pienso que RTVE está dando una lección de probidad informativa –comenzando por los programas de esa joven realidad periodística que es Pastor–, sino porque me parece que la secretaria general del PP debe situarse al margen de la enorme polémica que inevitablemente se le ha echado encima: comparaciones entre ‘esta’ TVE con la de etapas anteriores, funcionamiento de tal o cual televisión pública…
No es mi propósito entrar en el fondo de estas polémicas. Respeto por encima de todo a mis compañeros periodistas y generalmente respeto, aunque a veces esté en desacuerdo con ellos, su trabajo. Que creo que es la actitud que deberían seguir nuestros políticos: no maten, por favor, al mensajero, por mucho que este mensajero les desagrade. Los medios, como cualquier ente privado, o quizá incluso público, tienen derecho, creo, a expresar sus posiciones políticas, siempre que actúen dentro de un marco de veracidad, pluralismo y honestidad informativa.
Sé y quiero seguir sabiendo que tanto Cospedal como los restantes dirigentes del PP respetan y respetarán la libertad de expresión por la que casi todos los periodistas suspiramos. Y creo sinceramente que la generalidad de los actuales trabajadores de lo que fue el Ente público por antonomasia comparten y practican estos anhelos hasta un punto que quizá debiera ser ejemplo en otros casos.
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