Aquel mensaje de Juan Carlos I y este de Felipe VI, 48 años después

Tamaño de Resultado de imágenes de primer mensaje de Navidad de Juan Carlos I.: 255 x 188. Fuente: www.hola.com

 

Tengo la costumbre, desde hace cuarenta y ocho años, de seguir puntualmente, con bloc de notas en mano, los mensajes del Rey en la Nochebuena. Y lo haré, claro, este domingo, cuando Felipe VI se asome a nuestras pantallas –bueno, no en algunas televisiones catalanas y vascas—para hablar un poco de lo de siempre, con la Constitución en primer plano, la princesa de Asturias como foto destacada al fondo y con un semblante, imagino, algo más serio y preocupado que de costumbre. Siempre he dicho que el jefe del Estado habría, en su mensaje institucional más esperado, de ser algo menos protocolario, quizá un punto más arriesgado, a la hora de radiografiar la situación política del país, que obviamente cada vez menos puede gustarle. Ignoro hasta qué punto La Moncloa ‘matiza’, vamos a decirlo así, el texto del discurso, pero no creo ciertas algunas afirmaciones que aseguran que es el Ejecutivo quien lo escribe en su totalidad.

 

Felipe VI es un monarca prudente, que nunca mete la pata (ni la mano, desde luego) en su conducta diaria, permítaseme decirlo así, como el monárquico crítico que me precio de ser. Ha pasado un torrente de agua bajo los puentes desde aquel primer mensaje de Juan Carlos I apenas un mes  después de la muerte de Franco, con el país aún conmocionado, pero básicamente unido en la esperanza de un futuro nuevo, democrático, más moderno y libre. Luego ocurrió todo lo demás, se sucedieron los mensajes navideños y llegó, 2014, la abdicación de un Rey que ha sido uno de los más discutidos en décadas, para lo bueno y lo malo,  de las Casas reales europeas. En muchas cuestiones, Felipe VI no iba a tener nada que ver con su antecesor, ni este país tiene demasiado –demasiado, pero algo sí– que ver con aquella España y aquel mensaje posfranquistas.

 

Creo que la Jefatura del Estado habría de asumir que la Constitución ya no es valor inmutable y que solo reformándola con un consenso entre las dos principales fuerzas políticas nacionales podría, y debería, fortalecerse el papel, hoy sólido, pero con amenazas ciertas, de la Corona. Discrepo de quienes dicen que Sánchez y el PSOE piensan en una República a medio o largo plazo: estoy seguro de que, en este punto, y aunque la palabra ‘referéndum’ va a ser una constante durante 2024, jamás caerá Pedro Sánchez en manos de sus aliados de gobierno para cambiar la forma del Estado. Creo que el monarca está seguro de su lealtad de fondo, a veces salpicada por las formas. Pero ya se sabe que las formas del ‘sanchismo’, dicho sea sin ánimo peyorativo, no siempre son las mejores. Y algunos aliados son los peores.

 

Va ser este un mensaje preocupado, no sé si preocupante. Porque nunca alguien como Felipe VI se dejará arrastrar por el dramatismo con el que, hace diez años, en el que iba a ser su último mensaje navideño –él aún no lo sabía; los españoles, tampoco–, su padre, en el que fue, a mi juicio, su mejor discurso de Nochebuena en cuatro décadas, pidió “mejorar, en muchos aspectos, la calidad de la democracia española” , en una tarea de “regeneración”. Algo de eso, sin embargo, aunque con sordina, podría repetirse este 2023, cuando, sospecho, el buen rey que tenemos hablará, como de pasada, de la erosión de las instituciones, pensando quizá en que hemos necesitado acudir a la mediación europea para renovar el gobierno del tercer poder del Estado. Y sí, seguramente tocará también, con lenguaje cauto, el deterioro de la convivencia y la división política en el país. Las dos Españas machadianas, que parecieron desaparecer en aquel primer mensaje aliviadamente posfranquista de Juan Carlos I,  siguen ahí, al despertar, como el dinosaurio de Monterroso.

 

Claro, los problemas, en este casi medio siglo, son muy otros, desde los económicos hasta los territoriales. En 1975 aspirábamos ilusionadamente a tener una Constitución democrática, y la tuvimos tres años después. Nadie pensaba siquiera en rupturas del territorio nacional. Este año…Dejemos para otro día la radiografía demorada de este 2023 para olvidar. Pero, como dice el gran José Antonio Zarzalejos, quizá hayamos entrado en un período más ‘destituyente’ que reformistamente constituyente. Y eso, el Rey, que se atiene, quizá demasiado literalmente, a la Carta Magna, no lo puede solucionar con sus meras facultades otorgadas por la ley fundamental. Ni , tal y como ha solucionado el grave problema familiar que aqueja(ba) –¿aqueja?–a La Zarzuela, con un mero almuerzo con los políticos enfrentados.

 

Por eso espero un aviso real a quienes sí tienen soluciones ejecutivas y legislativas en sus manos, esos dos hombres que se reunían, para casi nada, el viernes en el Congreso de los Diputados. Aunque esté dirigido a todos los españoles, a la sociedad civil, a la ciudadanía, creo que este mensaje les atañe especialmente a ellos dos.

 

 

 

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