Aquí van a pasar muchas cosas en los próximos días…Sánchez, recuerda que eres mortal

Reconozco que, en ocasiones, casi me quito el sombrero ante la impasividad con la que Pedro Sánchez recibe los acontecimientos: viaja a Barcelona, se encuentra con Pere Aragonés –no hay muchos datos sobre el contenido real de esta ‘cumbre’– , este viernes viaja a Euskadi para garantizar que la fidelidad de sus aliados nacionalistas vascos es mayor que la de los catalanes, y afronta con rostro de póquer, ni una arruga, todo lo que a continuación le viene, que no es poco precisamente. Le, nos, aguardan unas jornadas de enorme voltaje político, que a cualquiera que no sea Sánchez le podrían electrocutar, y que a los demás nos podrían dejar carbonizados. A él, sospecho, no.

Ahí están planteados nada menos que la solución, o no, del llamado ‘conflicto catalán’ y el dilema, personal, de tener que recibir, o no, a un juez en La Moncloa para que le pregunte a él, al presidente del Gobierno de la quinta potencia de Europa, por las actividades presumiblemente delictivas de su esposa, la de él, el presidente de la quinta –¿o era la cuarta?—potencia, etcétera. No me diga usted que no tiene su aquel este plan, ejem, ‘veraniego’ para iniciar el ‘ferragosto’.

Así que, antes de irse a  unas tópicamente merecidas vacaciones a Doñana, o a La Mareta, que tampoco está mal,  el presidente de la cuarta/quinta nación, etc, tiene que afrontar un reto personal y otro de Estado de primera magnitud. Porque no todo el mundo está capacitado para enfrentarse a un reto tan corrosivo para la propia imagen como el que le plantea un juez antes desconocido, de apellido Peinado, que quiera comparecer el martes en La Moncloa con escolta y cámara de vídeo para grabar la comparecencia del presidente como testigo de las presuntas fechorías de doña Begoña Gómez, la esposísima. Y este presidente ha salido por donde ha podido reclamando, pienso que con razón, declarar como testigo por escrito, preservando la dignidad de la Presidencia del Reino de España ante un juez al que lo menos que le llaman ya abiertamente en las filas del PSOE y del Gobierno central es ‘prevaricador’. Entre otras muchas lindezas sin precedentes que aquí y ahora me ahorro.

Este es el plano número uno del thriller. El número dos es la certeza de que ‘algo’ de indudable trascendencia va a ocurrir en la ‘cuestión catalana’, que es como en determinados despachos monclovitas se llama a la parece que inminente investidura como president de la Generalitat catalana  de Salvador Illa, un hombre de la casa –monclovita, claro–. Para lo cual habrá de sortear determinados obstáculos de primera magnitud, entre ellos que Esquerra Republicana de Catalunya, que es una jaula de grillos, textual, apoye a Illa como presidente del Govern. Y, para que ERC apoye a Illa, han de ser primero los militantes de ERC, 8.600 en total, los que aprueben que los dirigentes del partido, que ahora mismo ya casi ni se sabe quiénes son, accedan a la investidura del ex ministro de Sanidad socialista, hombre por cierto, lo repito por si se nos había olvidado, muy apegado a Pedro Sánchez.

Bueno, todo esto es lo que ya se sabía. Lo que quizá no tanto es que los dirigentes de ERC, quienes sean, comenzando por el dimisionario Pere Aragonés, parecen haber garantizado a sus interlocutores en Madrid que tienen asegurado el ‘sí’ de la militancia en la consulta interna. Ellos calculan que, de las bases que acudan a la votación interna quizá el próximo día 1 –esto no estaba ni siquiera asegurado cuando escribo estas líneas–, más de la mitad, unos tres mil, se decantarán por el ‘sí’ a la investidura del socialista, que se ha convertido, para La Moncloa, en casi una investidura del mismísimo Pedro Sánchez, que se juega todo en esta baza. Así que, si bien se mira, Sánchez depende de lo que decidan unos tres mil señores y señoras de ERC.

Después, si Illa consigue la investidura, en La Moncloa sacarán pecho y dirán ‘hemos ganado frente a todo y frente a todos’. Me aseguran que ya dan por descontada una reacción enfurecida de Puigdemont, que inexplicablemente aún parecía no saber que él jamás iba a ser el president de la Generalitat, y que entrará –o no—en Cataluña para estar críticamente presente –o no—en la sesión de investidura de Illa, suponiendo, ya digo, que Illa/Sánchez lo hayan logrado para entonces, digamos la primera semana de agosto.

Y entonces pueden ocurrir dos cosas –perdón por la eterna alternativa, pero no soy yo quien las plantea–: que Puigdemont sea detenido por la orden del juez Llarena…o que todos hagan la vista gorda, procedan a un  trámite administrativo merced al cual el ex president retornado declare durante unos minutos, un par de horas a lo sumo, en algún juzgado o comisaría y quede en libertad a la espera de otros trámites administrativo-judiciales-policiales que se dilatarán ad calendas graecas. Hasta cuando sea conveniente, que ya se sabe que es algo bastante, ejem, subjetivo.

Entonces, suponiendo que todo esto sea así –que admito que es mucho suponer, dada la locura imperante en nuestra política–se habrá abierto una nueva etapa en Cataluña y quizá en el resto de España. Un ‘Govern Illa’ aseguraría unas nuevas relaciones, más estrechas, con el Gobierno central, por mucho que estuviese atado en corto por los independentistas catalanes de ERC –para entonces Junts ya habría pasado a formar parte de una oposición  total, lo que se da por descontado–.

Así que, en adelante, la desafección de Junts de Puigdemont, dimita o no este de la vida pública haciendo buenas sus promesas, inauguraría una etapa de inestabilidad en el Gobierno central, desprovisto de apoyos suficientes en el Congreso de los Diputados, y abriendo una vía para que, en algún momento de este otoño, o a comienzos de 2025, Sánchez tenga que convocar unas elecciones anticipadas, dando por finalizada, muy a su pesar, la legislatura.

Agotador ¿verdad? Pues este, suponiendo que usted haya tenido la paciencia infinita de llegar hasta aquí, es el panorama más probable, que no el único posible, claro, porque Sánchez es como aquellas pilas del anuncio, que ‘duran, duran, duran…’ Y lo que va a precipitar todo esto, sea lo que sea lo que se precipite, va a ocurrir en los próximos cinco días, en la próxima semana, previsiblemente. Previsiblemente, insisto, porque aquí ya no hay quien haga pronósticos seguros.

Lo que sí digo es que, en todo caso, antes de irse a sus vacaciones en Doñana, Sánchez tiene unas cuantas barreras que saltar. En lo personal y en su condición de jefe del Gobierno de la cuarta/quinta, etc. Que todo el tinglado expuesto dependa del voto de tres mil señores/as es una muestra más de la debilidad estructural de la política española, o de una situación a la que el propio Sánchez la ha expuesto. Que el andamiaje personal del protagonista de la obra dependa de las ‘travesuras’ –así me lo calificó un notorio socialista—de un juez que cuando menos tiene un comportamiento atípico, vamos a llamarlo así, también muestra la escasa solidez del suelo en el que nos movemos todos, que es el suelo que los habitantes del entramado monclovita han enyesado, que algunos personajes han pavimentado y que entre todos hemos consolidado accediendo a caminar por él.

Puede que toda esta comedia, que en cualquier momento podría convertirse en tragedia según la definición marxista, acabe con Pedro Sánchez entonando un aria triunfal agarrado del brazo de Salvador Illa y con un pie sobre la cabeza del cadáver judicial del magistrado Peinado en el decorado final y antes de que caiga el telón a los acordes de Wagner. De mucho peores ha salido Sánchez teniendo muchas menos bazas de las que ahora tiene en Cataluña y contando con adversarios mucho mejor armados que el juez de la Plaza de Castilla madrileña.

En todo caso, lo que sí le digo a usted es que el presidente, que los periodistas aún ni sabemos si comparecerá finalmente la semana próxima en la tradicional rueda de prensa con la que concluye los cursos políticos, tiene ante sí unos días que para cualquiera que no sea él serían de infarto. Pero Pedro Sánchez, que se va deshaciendo de sus enemigos –el próximo en caer será, claro, el ex aliado Puigdemont, después de haber descabalado a Esquerra y de haber dejado en la cuneta a dirigentes del PP, de Ciudadanos, de Podemos—no es hombre proclive a infartos ni a desánimos: la diosa Fortuna sigue sonriéndole todos los días. O eso, al menos, cree él. Y eso, al menos, es lo que sigue pareciendo. Cuidado, Sánchez, acuérdate, al menos por unos minutos, de que eres mortal. ¿Cree usted que lo recordará?

fjauregui@periodismo2030.com

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