Ay Carmele, Ay Carmele

Me dicen que, aunque se suspenda formalmente la campaña electoral catalana de cara a lo que iba a ser el referéndum del 9 de noviembre, siguen haciéndose otras cosas, porque quién sabe dónde termina una campaña y dónde comienzan esas otras cosas, a las que, por ejemplo, podríamos llamar ‘recorrido’. Lo digo porque me aseguran que, a partir de este fin de semana, lo que sí se hará es ir ‘puerta a puerta’ por los pueblos y ciudades catalanes, explicando a los vecinos las ventajas de ser independiente de España. Y me cuentan que una de las personas que se han declarado voluntarias para este menester es la muy conocida periodista Karmele Marchante, a quien parece que le ha dado un ataque de independentismo, a lo está en todo su derecho. Como lo tiene, me parece a mí, para golpear puertas con los nudillos o a llamar a timbres desconocidos, como si vendiese enciclopedias o prédicas mormonas.

Parece –yo no lo he visto, pero conste que no abomino de programa televiso alguno: si existe la ‘telebasura’ es porque alguien la consume—que, en el espacio de la pequeña pantalla donde se desempeña doña Karmele, hubo un vivo debate, no sé si de altura, entre algunos de los personajes que allí ejercen de tertulianos, como Don Kiko Matamoros o doña Belén Esteban, y la mentada señora Marchante, debate en el que abundaron calificativos como ‘fachas’ dedicados a quienes, contra lo que doña Karmele predica, abominan de la independencia de Cataluña. ¿Son, somos, ‘fachas’ quienes pensamos que mejor será para los catalanes, para el resto de los españoles y para todos los europeos, dejarse de locas aventuras independentistas?

Hace algunos meses que no viajo a Cataluña –ahora, lo políticamente correcto sería decir que me encanta Cataluña, lo que es la pura verdad–, pero me dicen que el clima se ha adensado no poco. Amigos de hace tiempo me aseguran que ya no hablan ‘del tema’ –no hay otro—ni siquiera con familiares cercanos, no digamos ya con los vecinos, deudos, comilitones, transeúntes o encuestadores. En los medios públicos catalanes acabó la controversia, porque todo se inclina hacia el mismo lado. No me extraña, por tanto, que en sitios donde la ‘bronca’ es paraje obligado para atraer audiencia, tener una tertuliana que se proclame abiertamente ‘indepe’, en lo que no deja de tener valor, provoque animada controversia, por decir lo menos de lo menos, porque parece que controversia sí hubo y animación, incluso acalorada, no poca.

Se me ocurrió escribir la noticia de mi compañera Karmele en un tweet, porque su recorrido puerta-a-puerta por la independencia me pareció noticioso. Madre mía la que se armó: hubo quien, con notoria exageración, dijo incluso que hasta preferiría la visita de Marta Ferrusola. Entre otras gracietas cañís. Ya se sabe: las cosas de twitter…

Pero me temo que todo este ‘affaire’ de la tentación secesionista de la Generalitat, que hoy tanto nos angustia, acabará con una inmensa risotada en la que alguien habrá dado el campanazo sin haber podido hacer la campañaza soñada; ese alguien, a más a más, habrá hecho el ridículo e iniciará, o acelerará, su particular hundimiento político. Conste que espero que ocurra algo de esto, porque no sería lo peor que podría pasar, desde luego. Lo peor es lo que pueda suceder tras las risas, el ridículo y el hundimiento, que serían la parte ‘light’ del relato. No quiero ni volver la cabeza en busca de la Historia, que es eso que debe aprenderse para no repetir jamás sus partes negativas. Lástima que el hombre sea el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, que hace que los pasajes trágicos sean un ‘deja vu’ y que llama dos voces a la misma puerta en la que no le responden, ay Karmele, ay Karmele.

Una respuesta

  1. Tanto estar unidos como dejar de estarlo tienen ventajas e inconvenientes, lo que no puede ser es querer separarse para dejar de tener los inconvenientes, pero querer seguir teniendo las ventajas de estar juntos. O todo o nada. Si Cataluña se separa saldrá de la Unión Europea y del euro, habrá una frontera, con sus aranceles y pasaportes, los impuestos de las ventas en España se pagarán en España por sociedades españolas, las pensiones de Cataluña se pagarán por los trabajadores de Cataluña, y el Barça no jugará en la Liga Española….Y esto no es por querer mal a los catalanes o querer fastidiarles, es de sentido común. Solo les están contando las ventajas de separarse, pero no los inconvenientes y los costes de un Estado nuevo.

    La solución, que tampoco quieren los más españolistas, es como en Canadá, hacer una Ley de Claridad, que regule claramente la pregunta, plazos, mayorías y condiciones del referéndum, las garantías para las partes y ciudadanos que no quieran separarse, reparto de activos y pasivos estatales, condiciones y plazos de entrada en la Unión Europea, gestión de las fronteras, aranceles, impuestos y pensiones, en definitiva, que queden claras las condiciones, ventajas e inconvenientes de la separación, sin poder mantener las ventajas de la unión si se quieren evitar sus inconvenientes. Esto evidentemente debe ser aprobado por el conjunto de los ciudadanos españoles. De esta manera, como en Quebec, no querrán separarse, porque a la gran mayoría de catalanes no les compensa.

    Lo que no quita para que de una vez hagamos la reforma federal de la Constitución, con un sistema claro y estable, y un sistema de financiación racional, no como el actual, y ya así se sepa que las opciones que hay son ésta o lo establecido en la Ley de Claridad, y nada más.

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