—
(Rajoy no puede seguir mirando hacia otro lado. No puede considerarse un jubilado y adiós. Hay aque hacer frente al pasado)
—-
Vaya por delante que tengo ‘aprecio periodístico’ por la figura de Pablo Casado. Algún día, hace ya bastantes años, cuando el hoy presidente del Partido Popular no era casi nadie, dije que era quien más me recordaba a Adolfo Suárez en la política española y que, andando el tiempo, sería un serio candidato a la presidencia del Gobierno. Lo sigue siendo. Me parece persona honrada y tiene un trato cercano, excepto cuando alguien en su ‘círculo de hierro’ le aparta de la realidad: quizá no todos sus colaboradores sean, o hayan sido, los idóneos. Y no puede, simplemente no puede, emplear ahora, cuando viene la borrasca, la ‘táctica Rajoy’; sí, recuerde usted, aquella que consistía en que, cuando le preguntaban por Luis Bárcenas, tratar de evadirse evitando incluso citar por su nombre al ex tesorero hoy encarcelado por corrupción sin paliativos. “Ese señor”.
Las primeras horas de reacción en la sede de Génova, tras el inicio de lo que parece una ‘vendetta’ de Bárcenas haciendo públicos ‘papeles’ y hechos incriminando a buena parte de la dirección pasada del PP en el cobro de comisiones ilegales y en manejo ilícito de dinero B, fueron de una innegable confusión. Casado se aisló, o le aislaron, de los periodistas y solo un día después, a través de una entrevista radiofónica este viernes con Carlos Herrera, inició una cierta ofensiva: el pasado es el pasado, vino a decir sin citar a nadie, claro, y ‘este’ PP nada tiene que ver con ‘aquel Partido Popular’. O sea, el encabezado por Rajoy (y con salpicaduras a los tiempos de Aznar), que es al que señala el índice no demasiado límpido, creo, del ex tesorero y hoy recluso.
De paso, aprovecha Casado para ‘largar ‘ de lo lindo contra algunos desmanes en el PSOE y en Unidas Podemos, unas cargas que son la especialidad del líder de la oposición y en las que, desde luego, a veces no le faltan razón ni razones. Por cierto que, entre estos ataques, en el PP incluyen el asunto de ‘la niñera’ de los hijos de Irene Montero, una alto cargo de la que desconocemos si actúa como ‘canguro’ por amistad. Un tema del que la oposición, por nimio y porque afecta a niños, creo que debería olvidarse elegantemente.
No es el ‘y tú más’, tan frecuente en los rifirrafes entre nuestros políticos, la táctica que convencerá a los ciudadanos de la probidad de Casado, de la que yo, por mi parte, estoy bastante seguro. Creo que ni Rajoy, ni el enemigo interno de este, José María Aznar, ni ningún otro de los presuntos implicados en las acusaciones de Bárcenas y que ocuparon altos cargos en el PP –ahora solamente dos de los citados son senadores, sin mayor relevancia orgánica en el partido–, tienen derecho al silencio. Solamente uno de los citados por el ex tesorero, el navarro Jaime Ignacio del Burgo, ha respondido indignadamente y con hechos a lo que Bárcenas dice. Y hace bien el señor del Burgo, porque su argumentación, que ha enviado personalmente a muchos periodistas, parece bastante sólida.
El resto, bocas cerradas, quizá para que no entren ni moscas ni contradicciones: siglo esperando que una figura que ha sido tan importante en la política española como Rajoy hable alto y claro, como corresponde, más allá de insinuar sus ocasionales portavoces que Bárcenas es un urdidor de mentiras, cosa que en buena parte yo estoy dispuesto a creer, aunque no en todo. Creo que deben convencernos, antes de que el juicio por una de estas corruptelas (no precisamente presuntas) comience el lunes, de su básica inocencia.
Pero más importante aún que el hecho de que Rajoy eche una mano a su sucesor al frente del principal partido de la oposición, y más cuando el PP se la juega en las inciertas elecciones catalanas, es la estrategia que el actual PP pueda elaborar para convencer a su electorado de que es un partido al que actualmente sería imposible achacar un solo caso de corrupción, cosa que, al no constar prueba en contrario, pienso que sus electores y simpatizantes creerían.
Es demasiado importante, y más en las actuales y muy difíciles circunstancias que vivimos, tener un sólido partido de oposición como para que ahora el PP, amenazado en su flanco derecho por Vox y en el izquierdo por el abismo, se deje precipitar al vacío de las querellas intestinas entre ‘barones’ y no ‘barones’, en torno a estrategias distintas sobre asuntos cruciales… y se dedique a mirar, como tantas veces, hacia otro lado. En fin, casi como lo que pasa en el Gobierno, pero peor gestionado desde el punto de vista de la imagen y sin tener la poderosa arma que es el Boletín Oficial del Estado y el aparataje de La Moncloa.
Y, por último, hemos de considerar que apañados vamos si, al hecho de que tantos titulares ‘malos’ estén en manos de personajes en la sombra, tal que Villarejo o la mujer fatal, o que están ’a la sombra’, como Bárcenas, tenemos ahora que añadir la huida del proscenio de quienes encarnaron bastantes años de la que creíamos la mejor Historia de España. Que den la cara y citen al tal Bárcenas por su nombre de una vez. Después, eso: que cada palo tiene que aguantar su vela.
Deja una respuesta