Ahora, los contactos tienen que ir en serio, porque llega septiembre y los tiempos corren. Feijoo prepara sus encuentros con todos –menos con Bildu–, incluyendo, aseguran, algunos presidentes autonómicos a los que inexplicablemente se daba la espalda, como el president de la Generalitat, Pere Aragonés. Hay que variar el rumbo, porque los tiempos están cambiando de manera desaforada, y creo que en el PP están, al fin, entendiéndolo, aunque les den con algunas puertas en las narices y tengan que aplazar sus ambiciones de llegar a La Moncloa. Y, en el otro lado, el del Gobierno (en funciones), de lo poco que nos enteramos es de cómo se teje una ‘normalización’ de la amnistía, lo que va a provocar una inminente batalla jurídica de aúpa, y de los retazos que, a trancas y barrancas, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz van cediendo para mantenerse en el poder.
Perdón por la auto cita, pero , en este retorno al duro banco, me ha dado en pensar en que fue el 11 de septiembre, hace menos de un año, cuando presenté mi último libro, una historia del socialismo en el poder, con especiales referencias a Pedro Sánchez y su carrera. Me es muy duro reconocerlo, pero la verdad es que, en este tiempo, el libro, y otros muchos que analizan la actualidad política, ha quedado perfectamente obsoleto. Asusta pensar, volviendo la vista atrás, en cómo ha cambiado casi todo en menos de doce meses, y solamente imaginar hasta qué punto van a evolucionar aún mucho más tantas cosas supera el pasmo por lo ocurrido en el inmediato pasado.
Creo que estamos entrando, para lo bueno y para lo malo, en una época que bien podría denominarse, aunque nadie quiera hacerlo, como ‘constituyente’. La Constitución de 1978 está, es cierto, obsoleta en muchos aspectos. Pero su reforma tendría que ser consensuada, no colada por ninguna puerta de atrás, con nocturnidad y alevosía. Y el alcance y modalidades de una inminente amnistía a los implicados en el ‘procés’, casi mil cuatrocientos en total, según los cálculos que filtran Junts y Esquerra, va a protagonizar la formidable primera batalla, políticamente interesada, claro, de la Legislatura que ahora se pone en marcha.
De nada sirve, de un lado, colocarse de espaldas a esta evolución renegando de cualquier cambio. O, del otro, trampear con ella eludiendo la fiscalización de la sociedad civil, que debería participar de modo decisivo en cualquier modificación ‘constituyente’, y permítanme seguir utilizando este término, ‘maldito’ para la clase política instalada. Una auténtica tormenta perfecta, que implica también a la propia Jefatura del Estado y a la heredera de la Corona, cae sobre la política, la economía, el concepto territorial, los usos sociales, hasta sobre el deporte, en nuestro país. Y ahora mismo apenas contamos con un Gobierno en funciones, mal avenido, para hacer frente a la inmensa pulsión del Cambio, con mayúscula, a la que nos enfrentamos.
Por eso titulaba llamando ‘maldito’ al curso político que este lunes ha empezado de veras, un mes después del resultado de unas elecciones generales que ganó Feijoo pero que Sánchez va ganando en el período poselectoral…dependiendo de Puigdemont, claro. No creo que nadie piense que el ‘fugado de Waterloo’ va a permanecer mucho tiempo en fuga; de alguna manera regresará, sin cargos, a Cataluña, pese a lo que se prevé como una oposición cerrada de los jueces del Supremo.
Por lo pronto, el ‘maldito’ curso se inició este lunes con el ‘préstamo’ de diputados socialistas y de Sumar a Junts y Esquerra para que, al margen (en contra) del reglamento de la Cámara, ambas formaciones secesionistas puedan tener grupos propios en el Congreso, con todas las ventajas que ello supone. Todo un indicio (uno más) de que aquello que un día se llamó ‘líneas rojas’ se ha ido al diablo, por decirlo suavemente. Bienvenidos al futuro
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