Gracias por compartir conmigo alguna inquietud, una hora de escucha. Creo que escuchar es importante, cuando quien te habla es persona animada por la buena voluntad y alberga planes de construcción de un mundo que, en la medida de sus fuerzas, intenta ser mejor. Todos empezamos a tener la impresión, en ese sentido, de que cada conversación puede ser importante, cada proyecto, decisivo; no hay tiempo para perderlo en quimeras.
Así, ahora todo puede tener trascendencia, incluso un blog animado por un grupito (pequeño pero ya entrañable) de bloomsburianos que quieren, cada uno desde su perspectiva y con su carga emocional e intelectual, dejar una España mejor a sus hijos: la España del veinte-veinte.
Vivimos un momento de nacional-pesimismo. Puede que haya motivos, entre otras cosas porque partíamos de una nacional-euforia que carecía de sentido. Los españoles, estamos de acuerdo, tenemos que aprender el significado de ‘sangre,sudor y lágrimas’ (al menos, los dos últimos elementos; dejemos la sangre en paz), el lema que construye grandes naciones, países cohesionados.
Así, hay que aceptar que nada volverá a ser como era, pero puede que no sea tan maloI si sabemos encararlo.
También de acuerdo: no todo es ‘piove, porco Governo’. Lo fácil es decir: ‘Zapatero es el culpable de todo, si se va todo se arreglará’. Ojalá fuese así. Yo creo que Zapatero, que es figura que a veces empieza a resultarme entrañable –entiéndase el sentido en el que lo digo–, tiene forzosamente que irse para restablecer el inexorable equilibrio del péndulo, pero, dese luego, con todos sus errores, no es el único responsable. Ni acaso el principal. Pero ahora le toca irse, y luego la Historia ya hará su trabajo equilibrador.
Por todo ello, y por otras muchas cosas (¿por qué pienso en un sucesor de Carlos III?), estamos abocados a una era de cambios profundos. Sin el concurso de los ciudadanos, que son también electores y contribuyentes, nada se hará. O nada se hará bien: que no sean los gobiernos, por sí solos, los que decidan. No lo permitamos, no nos lo permitamos. Esta no puede, me lo han repetido en las últimas horas varias gentes de mérito, seguir siendo la España invertebrada, la que envidia permanentemente la conciencia ciudadana de los vecinos del norte.
Pues eso, que un placer. Ahora toca ponerse a ello y que no decaiga la firmeza de los propósitos, la ilusión de las utopías realizables.
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