Los políticos dicen –y los periodistas decimos, glosando a los políticos– muchas chorradas. Bobadas enormes, que se acrecientan en campaña electoral. Que dice Zapatero que Rajoy tiene principios de hojalata. Que dice Rajoy que Zapatero tiene espíritu de Groucho Marx, que cambia sus principios si no te gustan. Que dice el diputado popular Rafa Hernando que ZP tiene en La Moncloa «la cueva de Alí Sebastián y los cuarenta ladrones». Que dice…
La insoportable levedad del ser, azuzada por los titulares de los periódicos. El debate pornotonto acerca de si la condecoración a una soldado muerta debe ser roja o amarilla, acerca de si la unión homosexual puede o no llamarse ‘matrimonio’, acerca de si la palabra ‘paz’ es inadecuada y, en cambio, hay que hablar solo de ‘libertad’. O lo del 11-m. O aquello de que España se rompe. O el soporífero contencioso sobre la ANV. O las burradas que se dijeron sobre Aznar tras aquella frase, sin duda desafortunada, sobre el vino y el tráfico. O sea, que tanto monta, monta tanto José Blanco como Rafa Hernando.
¿Quién se acuerda de por qué se convocaron algunas manifestaciones, tan pasionales, por parte del señor Alcaraz, de la AVT?
Y, sin embargo, dice Rajoy que habrá que cambiar la normativa, para que gobierne el más votado, en lugar de someter la voluntad popular a pactos ‘contra natura’ y nadie le hace maldito el caso. Para un debate interesante que se pone sobre la mesa, para una cosa potencialmente sensata que aventa un político desde el micro…(aunque atención, que tal y como fue formulada la cosa por Rajoy es inviable; él propuso a Zapatero que renunciase a los pactos poselectorales, no que se reforme, como es necesario, la normativa electoral vigente).
En fin, que los tiempos de precampaña y campaña electoral no son propicios para una reflexión serena. Lo malo es que aquí siempre estamos en precampaña o en campaña…
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