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(Veo a Rubalcaba algo desmejorado. Son días, en efecto, tremendos, y su responsabilidad es casi tan grande como cuando era vicepresidente del Gobierno. Ojala acierte, como deseo que acerte Rajoy, por nuestro bien. Pero no veo que estén acertando…)
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La tensión política en España ha llegado a su punto más alto, en vísperas de un trascendental encuentro de Mariano Rajoy con Angela Merkel este lunes y cuando faltan dos semanas para el debate de la nación más esperado que se recuerda: este domingo, en una comparecencia anunciada pocas horas antes, el secretario general del PSOE y líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, pidió a Mariano Rajoy que abandone ya la presidencia del Gobierno. Que dimita, en suma, porque “no está en condiciones de hacer frente a esta crisis política”. Nunca antes había llegado Rubalcaba, que no había contactado previamente con La Moncloa, tan lejos. Dijo que había pedido la sustitución de Rajoy al frente del Ejecutivo tras haber escuchado la “rueda de prensa” (aunque no se admitieron preguntas) de Rajoy este sábao; tras analizarla durante horas, dijo, los socialistas han llegado a la conclusión de la incapacidad personal de Rajoy para dar soluciones al momento, “muy difícil, muy delicado”, que vive el país.
Fueron apenas cinco minutos de comparecencia (con algunas preguntas) de Rubalcaba. Cinco minutos que inmediatamente se convirtieron en ‘trendig topic’ en las redes sociales, que acapararon los titulares de los periódicos digitales y de los informativos de todo el mundo. Y que, desde luego, van a constituir el gran tema de conversación de este lunes. Y cinco minutos que, sin duda, tendrán consecuencias: de momento, sospecho que, tras el rapapolvo que le echó Rajoy en su discurso del sábado ante el comité ejecutivo del PP por haber dudado de su integridad en el ‘caso Bárcenas’, y tras el remedo de ‘váyase, señor Rajoy’, con el que Rubalcaba le respondió, las amistosas conversaciones telefónicas entre ambos, en busca de pactos o al menos de un cierto entendimiento, se han acabado. Adios, pacto, adios. Adios a las esperanzas de millones de españoles –un 83 por ciento quería un acuerdo de gran alcance, según las encuestas—de concordia para construir una operación política que cimente, normalice y modernice muchas cosas en España de cara al futuro.
A partir de ese momento, ya todo fue de mal en peor: los ‘segundos espadas’ de cada partido salieron a atacar al contrario con una creciente dureza. Y el viaje de Rajoy a Berlín este lunes se va a llenar de preguntas de carácter interno más que de las palmaditas en la espalda que el presidente español esperaba procedentes de su colega alemana, en el sentido de que los españoles están haciendo bien sus deberes y no necesitarán rescate alguno…
El ‘caso Bárcenas’ ha llegado en el peor momento. Ya he dicho en alguna ocasión que la respuesta de Rajoy el sábado, ante los suyos, era creíble en lo que a él respecta, pero insuficiente en términos globales, máxime cuando los medios siguen publicando comprometedores ‘papeles’ presuntamente procedentes del ex tesorero del PP, unos ‘papeles’ que en la sede central de los ‘populares’ siguen calificando de ‘poco creíbles’ o directamente de ‘falsos’; el vicesecretario del PP Esteban González Pons, que recupera el papel protagonista en su partido que otros parecen estar perdiendo, llegó a sugerir que esos ‘papeles’ podrían haber sido escritos “de una sola vez”, es decir, que no corresponderían a apuntes contables en el tiempo en el que se producían. Veremos.
Las encuestas, como las publicadas este domingo en los medios, demuestran que la confianza de los españoles en sus representantes políticos, en todos sus representantes políticos, está bajo mínimos. Algo hay que hacer. Pero ¿qué? Desde luego, pienso que de ninguna manera se trata de que el presidente del Gobierno se marche con viento fresco, para dar paso a no se sabe bien qué, porque Rubalcaba tampoco especificó el paso a dar a continuación, descartando una moción de censura –que la oposición perdería—o unas elecciones anticipadas –como pide el líder de IU, Cayo Lara–. Una solución, a mi entender, sería –o mejor hubiese sido—la del gran pacto para propiciar los cambios y reformas en profundidad que la crisis político-económica exige. Eso, como antes decía, ya no parece posible. Ahora, todos los balones están en el tejado de Rajoy, que tiene que abandonar su actitud inmovilista, empezar a gobernar de una manera más participativa para la ciudadanía y tender manos, en lugar de adoptar actitudes ofendidas o incluso levemente amenazantes. El país vive momentos decisivos; por tanto, es preciso adoptar decisiones de Estado, no de partido. Ya lo dijo González Pons en la tremenda primera hora de la tarde de este domingo: no es el momento para politicastros. NI para medias tintas.
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