Pues sí; pasó Jaime Litzavetzky (¿se escribe así? Quién lo sabe…) por la redacción de diariocritico y madridiario, fue entrevistado y le llevamos a ver las obras de Gallardón en la desgraciada zona donde se ubican nuestros periódicos, calle de Recoletos. El otro día, personalmente, llamé al delegado de obras del Ayuntamiento: el edificio temblaba gracias a la acción de una super-máquina de asfaltar. Llevamos dos años de obras en la zona, polvo, sudor, hierro…y ruido, y contaminación, y calles cortadas para hacer las aceras más anchas a un coste disparatado, y caos de tráfico, .
¿Por qué tanto sufrir, tantas tiendas sin clientes, tantos oficinistas desesperados, tantos residentes al borde del suicidio? Ruiz Gallardón, el hombre que propicia este estado permanente de obras, no nos lo explica: de hecho, cuando la tomó con Recoletos, ni siquiera avisó a los residentes y comerciantes de la zona de que iba a empezar la batalla por tener las aceras más anchas del mundo y la calle más incómoda del planeta. Quienes hasta aquí hemos de venir en coche, porque residimos en las afueras del casco(te) urbano, hemos de pagar las astronómicas cantidades que nos exigen en los parking (260 euros mensuales), porque otros aparcamientos no hay.
Este alcalde, que inauguró a bombo y platillo, con gran aparato propagandístico, la calle Serrano, pero sin haberla terminado (ahí sigue, tomada por legiones de señores con casco), que tiene el record de endeudamieno municipal de Europa, que disfruta de un despacho grande como una plaza de toros en un edificio emblemático que se apropió, este alcalde, digo, ay, repetirá en el cargo.
A menos que una conjunción de astros y el tandem entre el socialista Litzavetzky (no, definitivamente así no se escribe: ¿falta alguna zeta?) e Izquierda Unida alcance una votación suficiente, que no creo, este hombre ambicioso, que dice que no quiere ser presidente del Gobierno y sí quiere, que se proclama fiel a Rajoy y no lo es, volverá a ser alcalde. Y volverán (bueno, nunca se fueron) las obras, las molestias, el endeudamiento, la recaudación permanente, el acoso a los automovilistas y a los transeúntes de fin de semana, los atascos, el pillaje de los parkings.
Madrid es la ciudad más incómoda del mundo, si salva usted excepciones como El Cairo y, acaso, México DF, Caracas o Lima, que son ejemplos de desastrosa planificación urbanística. Gallardón la ha querido vestir con luces lúdicas, como Tierno, pero él no es Tierno. La ha querido majestuosa, como Carlos III, pero él no es Carlos III. La ha querido tranquila, como Alvarez del Manzano, pero él no es Alvarez del Manzano. La ha querido progresista, como Barranco, pero él es peor que Barranco, que fue mi jefe y amigo.
Yo, desde luego, no haré campaña por Litzavetzzky (¿así?), porque mi religión me impide hacer campaña a favor de alguien: demasiado mayor y escéptico. No creo que sea el mejor candidato alguien cuyo apellido resulta imposible de escribir y su cara difícil de recordar, por muchas medallas deportivas que haya colocado. Pero haré campaña contra ese ambicioso Gallardón, a quien, si nos descuidamos, cualquier día podríamos ver sentado en La Moncloa tras haber apuñalado a su jefe de filas y tras habernos sumido a todos en la sima de las zanjas endeudadas.
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