De una cosa no cabe duda: este 40 congreso del PSOE, el más ‘tranquilo’ de todos a cuantos he asistido –y no han sido pocos–, marca el fin de una época de ese Partido Socialista que creó, hace 142 años, Pablo Iglesias (Posse, naturalmente) y abre otra de futuro incierto. Mal hará Pedro Sánchez, amo indiscutible ahora de las siglas, si, tras tantos avatares, confrontaciones internas –muchas, protagonizadas por él mismo—y conatos de ruptura a lo largo de la trayectoria del histórico partido, no toma medidas. No basta con haber arrasado a la disidencia, como le advirtió, muy cautamente, Felipe González: ahora tiene que dejar hablar a todos, contar con todos, no ejercer (más) de ‘killer’.
El PSOE del futuro tiene que asomarse al mundo del futuro, que es ya presente. Hay muchas cosas en el desde luego en el PSOE ‘pablista, pero también en el ‘felipista’ y en el ‘zapaterista’ que ya no sirven. Y, de hecho, hay generaciones enteras de ministros que hicieron no poco por el país –Solana, Solchaga, Maravall, Solbes, el propio Guerra—que ni estaban ni se les esperaba por el congreso. Solo Felipe, en una especie de adios, y Zapatero, que es quien encarna el pasado más reciente, por decirlo de algún modo.
Y, claro, Pedro. El hombre que ha llegado al control absoluto del partido más veterano y mejor organizado territorialmente a través de un viaje alucinante, que incluyó su defenestración hace cinco años, su reconquista del liderazgo a través de las primarias, agrupación por agrupación, y su toma de La Moncloa vía una osada moción de censura, apoyada por fuerzas muy heterogéneas, que podría haberle salido mal, pero que le salió lo suficientemente bien, al menos para los fines que se buscaban. Una trayectoria en la que se jugaba al todo o nada, y la diosa Fortuna a Pedro Sánchez siempre le ha dado todo. O quizá casi todo, porque las encuestas hoy no le amparan tanto como los aplaudidores delegados en el 40 congreso, desde luego.
He tratado, en los pasillos de este 40 congreso, de atisbar en las brumas del futuro. He hablado con jóvenes que yo creo que tienen porvenir, como Juan Lobato, probable próximo secretario general del Partido Socialista de Madrid desde el próximo fin de semana, o Javier Guardiola, que aspira a ser secretario general de las Juventudes Socialistas. No son muchos los jóvenes que llegan al partido, la verdad, y los que llegan son, en general, hijos de militantes que se han mantenido fieles a las siglas. Ambos me reconocen que tendrán que bregar mucho para lograr que otros de su edad se acerquen al PSOE. Pero tendrán que pensar mucho más a largo plazo de lo que se planteaba este 40 congreso, centrado apenas en ganar las elecciones proyectadas quizá para finales de 2023.
Después…después es posible que Sánchez pase a engrosar las filas del pasado tras cinco años gobernando y nueve años controlando el timón del partido. O puede que siga: las urnas darán su veredicto. Pero, en todo caso, será la hora de los Lobato o los Guardiola, que, ya digo, no son por ahora tantos (la media de edad del congreso se situaba, como la de la ejecutiva, en más de cuarenta y cinco años). Y tendrán que replantearse muchas cosas, de esas cosas que ahora el incansable Sánchez está plantando e implantando.
fjauregui@educa2020.es
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