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(Abascal cabalga los caballos del Apocalipsis en estos momentos apocalípticos)
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Pues naturalmente que Santiago Abascal tiene perfecto derecho a presentar una moción de censura contra el Gobierno de Pedro Sánchez, como tiene perfecto derecho a equivocarse presentándola. Faltaría más. Me preocupa poco el error de Vox, como me preocupan poco, en otro orden de cosas, los desvaríos de Donald Trump, ese hombre al que Abascal tanto admira y que se pegará presumiblemente un sonoro batacazo el próximo 3 de noviembre. Lo que me preocupa es que los demás sigan equivocándose en sus reacciones ante el vocerío alterado; hablo, sí, de Casado, de Sánchez, no digamos ya de Iglesias o de los propios nacionalistas/separatistas. ¿Es que no entienden que la ultraderecha, lo que Vox representa, les da a todos ellos una oportunidad de unirse frente a unas tesis que, como ocurre en Francia con Le Pen, como en los Estados Unidos de Trump, significan una regresión sobre las bases que hemos ido construyendo en las últimas décadas?
Puede que una de las variadas malas noticias de esta semana que comienza sea que en España ya hemos llegado al millón de contagiados por el virus. La peor gestión de Europa, sanitaria y económica, parece que nos corresponde, y eso es algo que, claro, utilizarán los de Vox, en busca de la aquiescencia de una ciudadanía que está literalmente harta de sus políticos, de todos sus políticos, entre los cuales, por cierto, destaca, por su impopularidad –dicen todas las encuestas—Abascal. Pero, claro, muchos se sentirán reconfortados con los palos dialécticos que le van a caer al Gobierno de Pedro Sánchez/Pablo Iglesias no solo de la mano del líder derechista, sino también del PP de Casado, del Ciudadanos de Arrimadas y de algún otro portavoz minoritario en el Parlamento. Porque la gente tiene ganas de abroncar a los gestores de esta crisis, los peores, se dice en todos los cenáculos, de todo el Viejo Continente. Y, encima, se ganan la reprimenda europea por un intento poco meditado de reforma del poder judicial, un intento que me parece que nunca verá la luz, si el Jano Sánchez/Iglesias conserva un mínimo de sensatez.
Aquí, en este debate envenenado quien se la juega no es Abascal, que sale a perder y a meter bulla; total, a él que se derrumbe el templo con los filisteos dentro le importa poco; puede que hasta lo desee. Quien se la juega es Pablo Casado que, ahora sí, tiene que elegir entre el mejor centro y la peor derecha. Pregunté a José María Aznar qué votaría él ante esta moción de censura de Vox: “votaría ‘no’”, dijo sin ambages. Yo creo que Casado, siempre titubeante en la cuerda floja, también votará ‘no’ y, para ello, habrá de endurecer hasta el paroxismo su crítica al Ejecutivo PSOE-UP. Es lo malo: que los excesos de los extremos (Vox y Unidas Podemos, para no hablar ya de Esquerra Republicana, entre otros) radicalizan a los moderados, entre los que ocasionalmente incluyo al Sánchez que este sábado se fotografiará con el Papa. Y así, el entendimiento entre estos moderados se hace aún más difícil, por mucho que la ciudadanía, los editoriales de los periódicos y el máximo representante institucional, el Rey, o hasta Francisco en el Vaticano, lo estén pidiendo a gritos. Bueno, puede que las voces indignadas de los jueces y de las instancias europeas fuercen –esperemos– algún acuerdo ‘in extremis’ al menos en la renovación del poder judicial, pero ni siquiera eso está garantizado.
En fin, mala semana esta que comienza. Una semana en la que Trump lanzará sus últimos desafíos al sentido común democrático y en la que aquí, en casa, con un millón de infectados, tres millones largos de parados ‘oficiales’ y ocho millones de potenciales excluidos sociales, Abascal, el profeta del ‘todo va mal’, hará galopar a los caballos del Apocalipsis. Claro que no establezco paralelismos entre Abascal y su ya digo que admirado Trump: solo digo que son malos tiempos aquellos en los que se imponen en los titulares las voces más inmoderadas. Porque, aunque ganen –y ni Trump ni Abascal ganarán–, los extremistas nunca tienen razón.
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