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Llevamos ya cerca de dos meses presentando ‘El Desengaño’, el libro que hemos escrito, cada uno por su cuenta, Federico Quevedo y yo. Madrid, Vitoria, Barcelona, Zaragoza, Sevilla, Segovia…Este mes nos quedan, el lunes, Alicante; el jueves, Bilbao; el lunes 22, Salamanca; el 25, Oviedo; el 26, Santander; el 29, Vigo, el 30 Vilanova…Y en febrero, más: Toledo, Valencia, Málaga, Granada, Tomares, Burgos, Guadalajara.–
Estamos haciendo un esfuerzo no tanto para vender libros (que es lo de menos: no vamos a hacernos ricos, no) como para fomentar un debate allá donde podamos en torno a lo que a partir de ahora debe hacerse con la política en este país nuestro. Creemos en la actividad presencial, ya que nuestro alcance mediático es limitado –menos mal que ahí está el gran Colmenarejo, siempre apoyando–. Y allá vamos, a donde nos invitan, que es a bastantes sitios, menos mal, o a donde podemos.
Pienso que este esfuerzo, y otros muchos similares a los nuestros, es necesario. No porque yo, o Federico, o tantos otros periodistas que se adentran por el muy duro camino de escribir un libro y lanzarse de ‘road show’ a presentarlo, tengamos más o menos razón, estemos más o menos informados; es que la gente, esa gente estupenda condenada a no poder expresarse más allá de la mesa del comedor de su casa, tiene que gritar lo que piensa, tiene que aventar su opinión sobre lo que pasa no solamente votando una vez cada cuatro años.
A mí, personalmente, esto me está resultando una lección. Procuro recorrer el país todo lo que puedo, recabando opiniones, escuchando a la gente. Y escucho cosas que algunos de nuestros representantes deberían también oír. Pero el Prisionero de La Moncloa, en primer lugar –otros comparten con él el aislamiento–, está lejos, cada día más lejos, en su particular Olimpo. Oigo lamentos desesperados, de gentes a las que no les va tan bien como dicen desde los despachos oficiales. Oigo quejas que nuestros representantes también deberían percibir.
Creo que muchas de esas gentes que nos acompañan en actos más o menos concurridos, que de todo está habiendo, necesitan trasladar a alguien, a nosotros al menos, su visión de lo que pasa, de lo que LES pasa. Claro que nosotros, pobres, no podemos resolver nada, pero sí prometemos trasladar lo que escuchamos, a través de nuestros artículos e intervenciones en radios y televisiones, a quien corresponda. Al presidente del Gobierno, suponiendo que a nosotros nos escuchase (que no), a los ministros, a Pedro Sánchez, a Rivera, a Errejón, a Pablo Iglesias –si se dejara caer por este mundo mortal, claro–.
¿No es ese nuestro papel, el de los medios de comunicación? ¿No es el ser intermediarios entre la realidad, las realidades, y los que deciden, la esencia de un periodista? Pues eso: si no nos dejan hablar en otros foros, hablaremos, y sobre todo escucharemos, en estos. Si os apetece, venid a vernos y a hablarnos.
Gracias
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