Han sido días de enorme agitación. Perdón por el (relativo) abandono del blog. Merezco que no me hagáis ni caso…
Bueno, pues lo cierto es que el congreso de Cáceres tuvo claroscuros. Los claros, que los diga cada cual. Lo oscuro, sin duda el lugar donde lo hicimos, un centro médico-científico muy bueno, pero inadecuado para un congreso de estas características: no solo no había wi-fi, sino que ni siquiera nos abrían la cafetería en horas que no fuesen las de comer. Y el día, allí aislados, a kilómetros de Cáceres ciudad, era largo…
¿Conclusiones? Hubo mesas interesantes, se dijeron cosas nuevas, hubo ciertos debates –agrio el de los blogueros-periodistas. innecesario–. Pero me parece que faltó una unidad de criterio que conduzca a conclusiones que merezcan el nombre de tales. Los asistentes, bien, y protestaron, ay, cuando tenían que protestar (aunque en algún caso haciendo política de pasilleo en lugar de plantear las cosas abiertamente, lo que me dolió).
Tengo, pues, que pedir disculpas en loq ue me toca. Quizá nunca debí aceptar la propuesta de la Junta de Extremadura –que lo hizo con su mejor voluntad– para hacer el congreso en ese lugar. Quizá quise engañarme cuando me aseguraron que tenían la mejor tecnología, y luego ya era tarde.
En fin, lecciones a aprender para el congreso de Santiago.
En cuanto a la conferencia del 3-n, reacciones diversas. Algún enfado. Quizá fui demasiado tajante en algunas opiniones, qué le vamos a hacer…
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