Pasan cosas que no pasaban. Que doce, doce, periódicos catalanes, los más importantes, lancen una amenaza conjunta, en forma de editorial, ante una posible sentencioa negativa del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, es algo insólito. Y, ante ello, se ha fomentado hoy el más feroz anticatalanismo en las tertulias mañaneras, lo que me preocupa aún más que el editorial conjunto, aún más que el desprestigio que se ha ganado el Constitucional –entre todos lo mataron y él solo se murió–. Más aún que el hecho de comprobar, una vez más, que la Constitución se nos ha quedado desfasada y solamente la cobardía de la clase política evita emprender una pausada, estudiada, consensuada, reforma.
No iré tan lejos como decir que estamos ante una quiebra del Estado, porque luego estas cosas quedan en tormenta sobre un vaso de agua, pero sí creo que se ahonda el abismo entre Cataluña y el resto de España. Algo hay que hacer, comenzando por reconocer errores –el Estatut fue uno de ellos– y siguiendo por ponerse a trabajar en una reconstrucción de la Constitución de 1978, cuyo 31 aniversario celebramos dentro de poco más de dos semanas.
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