Por si algo faltaba, la gran polémica estalló en torno a la televisión pública, el llamado ente RTVE, que lleva casi diez meses sometido a un estado de excepción, un período como de paréntesis, cuyas últimas razones no hay quien comprenda. El increíble ‘affaire’ sobre si debería o no haber uno, dos, ningún debate, dónde, con cuántos participantes, cayó como una bomba sobre la parte que increíblemente es más débil, Radiotelevisión Española, que todos pagamos y de la que algunos, cuando están en el poder, quieren siempre aprovecharse, mientras los que están en la oposición la acusan de parcialidad a favor del gobernante. Esta vez, desde el propio Ejecutivo, desde La Moncloa en concreto, han estado, a base de olvidarla primero y estrujarla después, a punto de volar la credibilidad de la ‘tele’ estatal, convirtiéndola en gubernamental. Se ha salvado por los pelos, aunque, eso sí, comprometiendo gravemente a esa figura extraña que es la administradora única ‘provisional’ (que lleva nueve meses en el cargo, haciendo buena la frase de que ‘no hay nada más perenne que la provisionalidad’).
Nunca compartí del todo, ni siquiera en los momentos de sesgo más obvio a favor del poderoso, la acusación de que RTVE estuvo, o está, al servicio del Gobierno de turno. Tengo mucho respeto por los profesionales de ‘la casa’, a buen número de los cuales conozco, como para pensar que ellos propicien ‘purgas’ a compañeros, aceptando presiones de ministros o de la propia presidencia, o de cualquier otro… aunque presiones, como las meigas, haberlas las ha habido y ya hemos visto que haylas. Y a veces, he comprobado personalmente en más de una ocasión, antes y ahora, tienen éxito. Que en los tiempos de la secretaria de Estado de Comunicación de la época Rajoy/Sáenz de Santamaría se influyó sobre los responsables del Ente –y de algún medio privado—para quitar o poner a los famosos tertulianos, es un hecho indiscutible. No era la primera vez ni iba a ser la última. Pero, si usted quiere, y ejerciendo algo de cínico, diría que esas prácticas aberrantes estaban casi a la orden del día, se daban, ay, por descontadas.
Lo que nunca entenderé, y eso es lo que ha debilitado la propia idea de por qué es necesaria una televisión pública –que, en mi opinión, lo es–, es el tejemaneje montado para tratar de garantizar la ‘neutralidad’ de RTVE a base de organizar un concurso para seleccionar un candidato a la presidencia de ‘la casa’. Más de noventa se presentaron al famoso concurso, más de una veintena fueron seleccionados para ‘la final’, que eso sí que ha sido un concurso televisivo, y luego nunca más se supo. Así que ahí sigue la señora Mateo, cuyas cualidades alabo sin dudar, pero que ha vencido ya con creces su período de permanencia en el sillón, ejerciendo de ordeno y mando, últimamente contra el parecer del consejo de informativos y de los profesionales más prestigiosos de aquella casa.
Nadie creerá jamás que no ha habido ‘teléfono rojo’ entre el despacho de la administradora y algún despacho monclovita. Y eso sí que ha dañado mucho el prestigio de una RTVE que debería seguir ahí como servicio público, con las líneas de influencia con el Gobierno (y con las oposiciones) cortadas y sometido únicamente a un escrutinio parlamentario que habría de ser inteligente y no sectario, lo cual tampoco iba a resultar fácil, desde luego.
Sé que el debate ‘a cuatro’ ha podido ser el verdugo de RTVE, y sé también que la cadena púbica tiene sobrados profesionales –el moderador entre ellos—con categoría y experiencia más que suficientes para que el espectáculo de este lunes sea un éxito. Como, sin duda, lo será el del martes en una cadena privada. A mí lo que me inquieta es el comportamiento que puedan tener, en esas confrontaciones que deben ser esclarecedoras para el votante, quienes aspiran a representarnos a todos, incluso a los que, de manera difícilmente explicable, no participarán en tales debates. Y espero que uno de los temas suscitados en el primero de estos encuentros ‘a cuatro’ sea qué compromisos se van a adquirir, pero muy en serio, para garantizar que RTVE, que, repito, pagamos todos, no volverá a sufrir atropellos de este Gobierno, o del anterior, o el anterior al anterior…Y así, hasta ¿cuándo?
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