Cuando La Moncloa te escribe…


(ya sabíamos que a Oliver no le gustaban los ‘preguntones’; pero hombre, tanto…)

Una carta de la Secretaría de Estado de Comunicación

Durante más de dos semanas, mi colaboradora Alicia estuvo en contacto con personal de la Secretaría de Estado de Comunicación, tratando de averiguar el mecanismo para que yo pudiera también preguntar en las ruedas de prensa ‘telemáticas’ del presidente, ahora semanales. Hubo evasivas, dilaciones, pero supongo que mi petición se oficializaría en algún momento, porque hace una semana recibí esta carta firmada por el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Angel Oliver

Querido Fernando:
Te supongo al corriente de las duras críticas que ha recibido el gobierno, y en especial la Secretaría de Estado de Comunicación por las ruedas de prensa telemáticas que se organizaron durante varias semanas, a tenor de las dificultades de nuevo cuño originadas por el estado de alarma. Pese a poner nuestra mejor voluntad en la cuestión, los medios, de manera razonable, hicieron constar que el sistema no podía impedir que se formulasen las preguntas por parte de los periodistas, una reclamación que comparto y que, tan pronto como me resultó posible, resolví de acuerdo con las asociaciones más representativas del sector: la FAPE, la APM, la Asociación de Periodistas Parlamentarios, la Red de Colegios Profesionales de Periodistas y alguna otra que se remitió a las exigencias, propuestas y soluciones que se pactasen con la FAPE.

Y eso fue lo que se hizo tras un proceso no exento de complicaciones. En el sistema pactado, y mientras duren las ruedas de prensa por videoconferencia, se establecieron dos grupos de medios participantes: los habituales y los no habituales, estos últimos resultantes de la lista generada inicialmente y por petición propia tras la declaración del Estado de Alarma. Sobre los habituales, que, tal y como ellos mismos han aceptado, son los que han venido alguna vez en el curso de los meses de enero y febrero pasados, solo puedo añadirte que se autogestionan ellos. En total, unos y otros suman 160 medios, a los que se añade una larga lista de corresponsales extranjeros.

Alcanzado este mínimo consenso, que permite la formulación de preguntas en directo, y que satisfacen a las asociaciones y a nosotros mismos, como ha quedado de manifiesto en nuestros comunicados públicos, me veo incapaz de hacerlo saltar por los aires con la incorporación de nuevos medios o nuevos nombres de periodistas, que romperían el frágil statu quo conseguido.

Te lo traslado con el convencimiento de que los que están son suficientemente representativos, los que no están ya no estaban de antemano y entre unos y otros no queda pendiente ninguna de las cuestiones principales de cada jornada. Hay tantas comparecencias y tantas preguntas (más de setecientas entre la primera etapa y la segunda) que se me hace difícil imaginar qué podría haberse preguntado ya y que no se ha hecho; sin duda, nada.

(el subrayado es, obviamente, mío)

Convencido también de que mis explicaciones no te satisfarán, créeme al menos si te digo que te respondo con toda mi humildad, con todo mi reconocimiento y con todo mi respeto hacia la libertad de prensa y el mejor periodismo que siempre has encarnado. Un saludo,
Miguel Ángel Oliver

– – – – –

Agradecí el gesto educado de responderme. Siempre he tenido a Oliver como una buena persona y buen periodista, cualidades ambas que no hacen necesariamente un buen secretario de Estado de Comunicación de un Gobierno tan peculiar como el que tenemos, y menos en estas circunstancias excepcionales. Pero, en efecto, sus explicaciones están lejos de satisfacerme, independientemente de que yo no suelo ir a las ruedas de prensa tras los Consejos de Ministros o de que solicitase tarde mi acreditación, cosas ambas que admito, claro.

Pero ni el ‘numerus clausus’ debe aceptarse así como así ni, menos, el concepto de que ninguna otra pregunta para el presidente del Gobierno era concebible. De hecho, estoy seguro de que muchos telespectadores se quedan, cada semana, con la sensación de que se podrían haber dirigido más cuestiones, y quizá en tono más incisivo, al presidente. Y no es, desde luego, el secretario de Estado de Comunicación quien debe decidir si se pueden o no hacer más, mejores o peores preguntas a su jefe. El ya no es periodista –quizá lo vuelva a ser cuando cese en sus funciones actuales—y no le corresponde hacer tales apreciaciones, especialmente cuando ya más de una vez ha metido la pata al acusar a sus ex compañeros de una excesiva vocación ‘interrogadora’.

Los periodistas estamos para eso, para preguntar en busca de información, tratando de no permitir que las respuestas sean un puro panegírico o una mera proclama lanzada por el interrogado. Y, además, habría de admitirse siempre la ‘repreggunta’, que es donde está la batalla dialéctica entre el informador y la fuente.

Valoro el mérito de los compañeros que preguntan, sean del medio que sean (en mi caso particular, apenas un ‘freelance’ que escribe y habla donde le dejan y puede). Yo solo quería ser uno de ellos. Tal vez aportando algo, como cualquier profesional de la comunicación, a una rueda de prensa en la que el presidente se escapa con cierta facilidad, dado el sistema establecido.

No respondí a la carta de Oliver, pero, por este medio, mi modesto blog, lo hago ahora. Valoré si debía o no hacer pública esta comunicación del secretario de Estado; ahora me he decidido a hacerlo, pensando que ningún secreto profesional me ata, y que si me ha sido enviada por los cauces por los que se ha hecho, bien puede darse a conocer, como muestra de los parámetros mentales que ilustran la comunicación del Gobierno. Creo, estimado Oliver, que son parámetros equivocados, y a la vista está. Ya sé que las actitudes críticas no son las que más se valoran hoy en La Moncloa (nunca lo han sido, ni ahora ni antes). Pero nuestra misión es recordaros que ‘noticia es todo aquello que alguien no quiere que se publique’, y comentario audaz es todo aquel que disgusta al poderoso.

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