¿Cuándo nos va a explicar Zapatero qué van a hacer?


El caso es que ha pasado ya una semana larga desde que se produjo la remodelación ministerial, han ocurrido bastantes cosas –en España, en el mundo y, sobre todo, en Europa—y, no obstante, seguimos sin una explicación global que nos oriente a los ciudadanos acerca de cuáles van a ser las líneas maestras del nuevo-viejo equipo en cuanto a economía o en lo referente a la política exterior, a la social, etcétera. El nuevo-viejo hombre fuerte, Alfredo Pérez Rubalcaba, pide que cada ministro sea un portavoz del Ejecutivo, quince portavoces en total; lo que, en la práctica, podría traducirse en una terrible barahunda, en un barullo ensordecedor. Cosa que, por cierto, ha corrido ya el peligro de ocurrir.

Por ejemplo, en lo que se refiere al tema a mi entender más sobresaliente de la semana, la existencia o no de contactos entre socialistas y miembros de Batasuna; todo comenzó cuando algunos de los nuevos-viejos ministros, como José Blanco, o la nueva ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, declararon, a comienzos de la semana que ahora concluye, que la marcha hacia el fin de ETA iba bien. Al proliferar los rumores sobre los contactos antes citados, en los que algunos quisieron incluso ver un atisbo de negociación, de nuevo, con la banda, las declaraciones extemporáneas de ministros que nada tienen que ver con Interior ni con el asunto en cuestión despertaron no pocas especulaciones. Hasta el punto de que el ‘copresidente’, como gustan llamarle, con humor, por los pasillos monclovitas, tuvo que salir al paso con un desmentido tajante: no hay contactos.

No entiendo, francamente, a qué vienen tan taxativas negativas. Ni entiendo tampoco por qué un hombre tan mesurado –y tan presionado—como el representante del PP en el País Vasco, Antonio Basagoiti, llega hasta el punto de amenazar con la ruptura de su fecunda y espléndida relación con los socialistas de Patxi López si no se producen explicaciones lo suficientemente convincentes de que nadie en los aledaños del Gobierno socialista ha mantenido conexión alguna con los mal llamados ‘abertzales’.

Debo reconocer, aun sabiendo que la mía es una postura bastante impopular, que en esto –en esto—coincido bastante con lo que va diciendo alguien tan políticamente incorrecto como el presidente del Partido Socialista de Euskadi, Jesús Eguiguren: ¿tan malo sería que alguien estuviese hablando con los batasunos, para conocer de cerca la verdad o la falsía de sus presuntas intenciones de ruptura con ETA? Pienso que más bien sería obligación del Gobierno, del vasco y del central, saber qué se cuece en ese mundo cambiante y del que, personalmente, espero que nos llegue pronto alguna buena noticia, como se va comentando en círculos policiales.

Pero el caso es que, como decía al comienzo de este artículo, echo de menos una posición unívoca y tajante del Gobierno sobre este asunto, que es clave, más allá de genéricas declaraciones de optimismo sobre lo que pueda o no ocurrir dentro de un mes o mes y medio. Como he echado de menos una posición unívoca y esclarecedora del Ejecutivo sobre lo que ha sucedido en una crucial ‘cumbre’ europea como la de Luxemburgo de esta semana. Bueno, en realidad lo que echo de menos es una declaración programática del nuevo-viejo Ejecutivo sobre las áreas en conflicto, que, por cierto, son casi todas. Pero aquí seguimos, teniendo que conformarnos, para seguir sin enterarnos de gran cosa, con el estrépito de las sesiones parlamentarias de control, que a veces se parecen más a una animada tertulia periodística televisiva que a un acto que ocurre en el Legislativo.

Es, ya lo sabemos, otra consecuencia de la (in)soportable levedad del ser de esta política nuestra, tan nuestra…

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