¿Cuánto vale la palabra de un político?


(Vaya, ahora Albert Rivera da un giro –otro– de ciento ochenta grados y dice ‘sí’ a pactar con Sánchez…)
—-

Algunos cavernarios han puesto el grito interesado en el cielo porque Pedro Sánchez, en una visita a la feria agroalimentaria de Zafra, confundiese el jamón serrano con el ibérico, que es prenda de honor de la ganadería extremeña. No seré yo quien eleve el tono ante este discreto (convertido en indiscreto: ¿se hubiese usted enterado de que el presidente en funciones visitaba Zafra?) ‘patinazo’ de Sánchez. Lo que ocurre es que, a raíz de este ‘lapsus’ presidencial, he acumulado una serie de datos que me sirven para diagnosticar la altura del tono intelectual que podemos, y no podemos, esperar de esta campaña en la que estamos de hecho inmersos.

Y es que ocurre que nuestros políticos, en su incesante deambular por las tierras y pueblos de España, no tienen tiempo, ni quizá ganas, de preparar bien las asignaturas. La confusión entre jamón serrano e ibérico evidencia no solo que Sánchez tiene unos gustos gastronómicos no bien precisados, sino que es capaz de acudir a una feria agroalimentaria con un discurso hecho para salir del paso, metiendo la pata precisamente en el terreno que compete a la feria que visita. Y eso que el asesor áulico, Iván Redondo, vivió y aconsejó un tiempo en Extremadura, y debería bien conocer el grado de orgullo que en esa Comunidad existe por su cerdo ibérico.

El discurso de nuestros representantes, lanzados a la vorágine constante de campañas electorales vividas en la angustia de pegarse un castañazo en las urnas en cualquier momento, está falto de profundidad y de verdadero conocimiento. A veces, riéndome de mí mismo, me digo que parecen tertulianos, con perdón de todos los que nos dedicamos a esta apasionante tarea. Pero claro, lo de ellos tiene otra dimensión, porque el ciudadano-elector tiende a creerse promesas, títulos, sesudos ensayos y tesis doctorales que, ya lo vemos tantas veces, son copiados, manipulados o realizados por esforzados ‘negros’.

Quiero decir, ay, que la palabra, oral o la escrita, de quienes nos representan vale lo que vale el gramaje del papel o el volumen del micro que los sustenta. Hemos asistido, en los últimos cuatro meses sin ir más lejos, a giros copernicanos de políticos que pasaron del ‘no es no’ a ofrecerse abiertamente, negando encima que tal giro se hubiese producido; o que se transformaron de llamar “felón” al presidente del Gobierno a ser su casi interlocutor en busca de consensos futuros poselectorales. Hay quien rechazó acudir a la convocatoria del jefe del Gobierno y ahora anda reclamando un ‘encuentro de Estado’ en La Moncloa o allí donde le llamen.

Insoportable levedad oral (y escrita) que tiene sin duda trascendencia en las cosas de comer. Y en los problemas más graves que tenemos planteados. Como Cataluña y los dimes y diretes sobre la aplicación, o no, del artículo 155 de la Constitución, que es, por cierto, uno de los peor redactados y concebidos de nuestra Carta Magna. Falta, en suma, estrategia y sobran tacticismos de lo más efímero.

Y ¿qué dijo Pedro Sánchez sobre los debates electorales? Cuando están en la oposición gritan una cosa –entonces acusan al presidente de turno de huir de los debates, porque se limita a procurar solo uno—y, cuando en el poder, otra: ahí está ese debate único que se nos quiere, contra los dictados del sentido común, de la política como necesario espectáculo y contra los principios de una democracia avanzada, imponer ahora. Y me temo que tal imposición viene de La Moncloa, a cuyos ‘cabeza de huevo’ no se puede achacar precisamente que no sepan organizar campañas electorales. Para ganar, desde luego.

Grave cosa cuando a los ciudadanos se les procura una total falta de confianza en lo que sus representantes, aquellos a los que ha de votar y sustentar, dicen o escriben. Todo vira cual veleta, en función de la coyuntura: se pasa de una izquierda casi radical a buscar acomodo en los templados prados del centro. Y del centro a la derecha. Y de la derecha a la más derecha. Esta inseguridad política, que en el fondo es jurídica, acabará pasándonos a todos, sobre todo a la ya escasa credibilidad de ‘ellos’, la correspondiente factura. Ah, pero eso será tras el 10-n y ahora lo que importa es la jornada electoral, que les tiene angustiados. Y a nosotros, probablemente, también. Con pan, vino (tasado por Trump), circo y jamón, directos a la reelección.

fjauregui@educa2020.es

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *