Se ha comentado bastante que, desde el punto de vista político, este verano no ha sido precisamente un éxito para Zapatero ni, por extensión, para el conjunto del Gobierno. Ni ha habido remodelación ministerial, ni un acuerdo convincente con Marruecos que garantice que no volverán a ocurrir cosas como la de Melilla, ni ha habido un debate sobre si nuestras tropas deben o no seguir en Afganistán, ni se ha pacificado el siempre levantisco socialismo madrileño, ni los miembros del Gabinete han dado muestras de más coordinación que antes de irnos de vacaciones. Por no tener, no hemos tenido, aún, ni siquiera la esperada declaración-trampa (¿o no?) de ETA hablando de tregua. Así, con las manos bastante vacías, con anuncios contradictorios sobre pensiones e impuestos que no hacen sino aumentar la inseguridad producida por el Ejecutivo vacilante, entramos en el temido septiembre.
Ahora llega el otoño previsiblemente caliente, con los sindicatos tocando los tambores de guerra –va a ser especialmente interesante, este año, la ‘fiesta’ de UGT en Rodiezmo– , con el president Montilla convocando elecciones en Cataluña– aunque casi nadie sabe con certeza para cuándo, pese a los rumores que circulan: cuanto antes lo haga, antes perderá el sillón–, con la vicepresidenta Salgado teniendo que negociar los Presupuestos nada menos que con un PNV que quiere recuperar el poder en Ajuria Enea… Y, desde luego, con la necesidad ineludible de empezar a recortar de una manera efectiva el gasto público, con cuanto ello significa de desgaste para quien gobierna. Comprendo que al presidente le apetezca muy poco empezar a surcar, ahora de hecho, este curso político en el que, se empieza a admitir en círculos monclovitas, tal vez tenga que convocar elecciones anticipadas.
Quizá incluso lo esté deseando, contra lo que parecía hace muy poco tiempo; puede que esté ansioso por acabar con lo que me dicen que considera ya como una especie de martirio, y ni los viajes al lejano Oriente, como los que acometerá esta semana, le permiten ya separarse de la durísima realidad nacional. Ya se sabe que ZP es persona de vaivenes, y lo que ayer era malo –adelantar las elecciones– hoy las circunstancias pueden convertirlo en conveniente, o hasta en necesario, si los socialistas no logran pactar los Presupuestos para 2011. Zapatero no ha aprovechado este mes de agosto para barrer la casa, y el polvo se acumula: sospecho que habrá de pagar cara esa factura. Septiembre será, sin duda, mes de gran temperatura informativa, ya lo verán.
Deja una respuesta