Faltan horas para que se cumpla el sexto aniversario del momento en el que Pedro Sánchez accedió a la presidencia del Gobierno en sustitución de Mariano Rajoy, ‘destronado’ por una moción de censura poresentada por el PSOE y relacionada con la corrupción del PP. Me atrevo a decir que, desde entonces, en este sexenio no hemos dejado de vivir situaciones inéditas por decir lo menos, rupturistas, a veces surrealistas…Son muchos los calificativos que cada una de estas dos mil ciento noventa jornadas, cada una de ellas con sus propios titulares de prensa ‘sin precedentes’, podrían suscitarnos: si John Le Carré hubiese propuesto a su editorial un argumento conteniendo el diez por ciento de los acontecimientos que hemos vivido en este tiempo, sin duda se lo hubieran rechazado por inverosímil.
Y, sin embargo, todo lo que sabemos que ha ocurrido y mucho que no sabemos, y que sería imposible de resumir siquiera en el espacio limitado de este comentario, ha sucedido realmente, aunque a veces parece que se trate de una realidad metavérsica, dictada por una traviesa Inteligencia Artificial desligada de cualquier previsión relacionada con lo rutinario y hasta con el sentido común.
El sexenio culminó este jueves con la aprobación de la ley más conflictiva, polémica, discutida y discutible que hayamos conocido en la historia de la tramitación parlamentaria, la ley de la amnistía. Que se aprobó gracias al voto de los propios amnistiados –o amnistiables, que aún faltan muchas cosas por completar–, en medio de una tormenta jurídica que ha enfrentado a jueces con jueces, a fiscales con fiscales, a medios de comunicación con medios de comunicación, a una parte de la sociedad con la otra. Nunca las dos Españas estuvieron más presentes en las conciencias, en los titulares, en las conversaciones. Nunca, desde la restauración de la democracia, hubo menos normalización política, diga lo que diga el ‘supertriministro’ Félix Bolaños.
Porque ahora solo queda todo lo demás. Conocer las consecuencias últimas de las elecciones catalanas. Puigdemont, da la impresión, sigue teniendo muchas herramientas en la mano relacionadas con el futuro político de un país que percibe que una era, la de 1978, ha concluido hecha pedazos, y que otra nueva era se abre ahora llena de interrogantes. Y, a tenor de lo que ha venido ocurriendo en estos seis meses de Legislatura, desde que Pedro Sánchez fue investido tras las elecciones del pasado 23 de julio, nos esperan sin duda muchas emociones fuertes.
En todo caso, estamos ante un cumpleaños, su sexto como presidente del Gobierno, feliz para Pedro Sánchez , probablemente también para muchos de sus socios, aunque algunos hayan quedado arrumbados por los resultados electorales del pasado 12 de mayo en Cataluña. Y un cumpleaños, obvio, infeliz para la oposición, para los representantes de muchas instituciones y, por supuesto, para una parte de la ciudadanía, que es mayoritaria según las encuestas, para lo que valgan.
Este jueves, pues, Sánchez, a quien, para colmo de fortuna, los sondeos sobre intención de voto en las elecciones europeas le conceden casi un ‘cuerpo a cuerpo’ con el PP, se apuntó un tanto en su política de confrontación, testicular, de ‘esto se hace porque a mí me sale de…’. Los disgustos relacionados con las investigaciones y decisiones judiciales relacionados con las actividades –seguramente no ilegales, sin duda muy antiestéticas—comerciales, digámoslo así, de su mujer, Begoña Gómez, quedan temporalmente atrás: en La Moncloa piensan, dicen los viajeros al palacio presidencial, que la tormenta va a ser flor de un día, que la instrucción judicial no puede ir muy lejos, y que demostrar un tráfico de influencias no es tarea fácil.
Constatamos, al final de la sesión parlamentaria, donde hubo nervios hasta para que un diputado de la oposición gritase ‘traidor’ al presidente del Gobierno cuando este votaba ‘sí’ a la amnistía, la incertidumbre que a partir de ahora se instala en la ‘nueva’ política española: ¿cuándo será efectiva la amnistía para Puigdemont y compañía, de manera que el prófugo pueda regresar a territorio español sin riesgos de ser detenido?¿seguirá Puigdemont apoyando la gobernación de Sánchez, de quien se ha convertido casi en enemigo?
Y el propio Sánchez ¿qué hará ahora? Lo menos que corresponde, tras las elecciones europeas de dentro de poco más de una semana, será hacer una crisis de Gobierno, quizá desembarazándose de Sumar, o minimizando su influencia. Y luego, gestionar una nueva manera de gobernar. ¿Y en Cataluña?¿Qué ocurrirá en Cataluña? Buf, eso es objeto de otro, más demorado, más enrevesado, comentario. Menudo follón tenemos ante nosotros, por Dios. Así que sobre si Pedro Sánchez cumplirá o no su séptimo aniversario como presidente ya ni me pregunte: ni idea.
fjauregui@educa2020.es
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