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(uno, a lo suyo: sus libros, sus recuerdos…Ahora vuelvo a eso)
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Quiero, antes que nada, agradecer a cuantos se han preocupado, solidarizado, indignado (o alegrado, o encogido de hombros) de mi salida de TVE esta temporada. No, aún nada me han dicho, pero lo que es, es, y ya está. Hay que renovarse, y RTVE también, o morir, y RTVE, también. La verdad es que no me ha importado nada quedarme fuera de mis dos tertulias mensuales en 24 H noche (150 € cada) y de la mensual en 24 H tarde (75 euros): sobreviviré a eso y a la disminución de una cuota de presencia que tampoco era para tanto.
Me ha dolido, sí, que personas a las que yo consideraba –y aún considero, de verdad– amigas, como Rosa María Mateo, o Javier Fortes, no se hayan molestado en llamarme para decirme que la vida es cambio, y los cambios, a personas como yo, siempre nos pillan por el mal lado. Ya había pensado en irme apartando, porque donde no estás del todo, es mejor que no estés de ninguna manera, pero me han facilitado las cosas. En este aspecto, me queda decir que la educación, las formas, el afecto, deberían ser lo último que habría que perder. Pero vivimos en un mundo egoísta y esta profesión mía, maravillosa en tantos sentidos, es quizá la más canalla de cuantas puedan analizarse.
Sí, me ha dolido porque tengo aún, creo, cosas que decir, una curiosidad intelectual y un sentido de lo que hay que hacer que me impulsaban a seguir ahí, desde el pequeño y humilde rincón que me habían dejado, indignándome con mesura de los dislates de estos políticos nuestros, desde Pablo Casado hasta Pablo Iglesias, pasando por todo un coro de gentes para las que tengo muchos calificativos, pero no voy a emplear. Y de pronto he descubierto que a ‘ellos’, sean quienes sean, no les interesan esas cosas que aún me queden por decir. Seguramente me creí demasiado importante. Pues adiós. Tampoco es la primera vez que me echan de un sitio, ¿verdad Miguel Barroso?
Me dijeron que, tras la publicación de mi último libro, ‘El Desengaño’, el hoy presidente del Gobierno le dijo a alguien que me lo contó (y puede que no sea verdad) que «este se va a enterar». Recibido el mensaje, que también podría compartir el molt honorable president del Gobierno central con el saltimbanqui de Podemos. No, no me gusta ninguno de los dos, pero menos me gustaba Rajoy, cuya verduga monclovita –sí, de Carmen hablo– también hizo lo que pudo por limaitar mis intervenciones mediáticas, y que no se molesten ni ella ni la decapitadora de la ex vice en desmentir lo que todos saben; que no se moleste tampoco quien yo creía que era mi amigo Gundín en negarlo. Simplemente, lo sé, lo sabemos. Somos muchos los que estábamos, y estamos por lo que se ve, bajo el fuego graneado de los censores que han decidido cómo mejorar el mundo…de sus jefes.Los caídos no somos importantes: nunca el soldado lo fue, aunque muriese en mucho mayor poecentaje que los generales, que siempre caen de pie, si caen.
Así que unos y los que les sucedieron siguen creyendo que la tele y la radio y la agencia públicas son de ellos, de Cánovas o de Sagasta –lástima de país en el que ocurren estas cosas–. Y no lo digo, claro, por mí; quizá me era llegada la hora, tras muchos años de ganarme aborrecimientos (que no la vida) en la tele pública, de dar un paso atrás. Caras nuevas, ideas de refresco. Es lo que sin duda hace falta, y ya llegarán, supongo. Aún me parece que no.
Lo que me ha dolido de veras es que se me utilice para engrosar el pelotón de los ‘purgados’ (no me siento así), de esos periodistas de ‘centro derecha’ (tampoco me incluyan, por favor), fiel infantería que cae en una batalla política, la de ahora, como antes cayeron otros. Desde luego, y ya digo que agradezco solidaridad hayan llegado de donde hayan llegado, no me siento de cetro derecha, ni de ‘las derechas’ (así hablan Pedro y Carmen Calvo), ni de centro izquierda. Y, si ser de izquierdas es comulgar con las sandeces del trapecista, que me borren, por favor. Soy solamente un ciudadano que ha tenido la suerte de contar con un micrófono para decir lo que le daba la gana. Ahora tengo otros micrófonos, este blog, las redes, mis libros, para seguir eso, enredando, que es lo que elegí hacer en la vida, cuando aún ni sabía lo que de verdad era la vida. Ni enredar.
Así que no me hagan grupos, como nos decían los ‘grises’ en la Universidad. No hago grupos, porque no estoy en grupo alguna, y menos con algunos con los que me han uncido en ciertas listas de ‘represaliados’ por la actual tele oficial. Nada, que me voy solo a mi exilio interior, a preparar el libro de mi vida –cuánto por contar, Diosssss— , a tomar soles y sales y a seguir instalado en mi reducto crítico a lo que me parece criticable, que es cada vez más, ay.
Sé que es una tontería escribir cosas como estas, contraviniendo la máxima de aquel gran cínico –algo golfo– llamado Camilo José de Cela, según la cual ‘el que resiste, gana’. Pero es que uno no quiere (ni puede, desde luego) ser Cela, ni resistir, ni, posiblemente, ganar. Así que aquí seguimos, para nada resistentes, en el montón y, obviamente, perdiendo. Uno a cero, o acaso por goleada en tiempo lo dirá.
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