Lo de Ricardo Costa es casi lo de menos: un rifirrafe que muestra el estado moral de un partdo demasiado acostumbrado, en la Comunidad Valenciana, a mandar sin oposición. Pasa igualmente en Madrid y ocurrió en Baleares, donde se veía venir lo que está viniendo. Sospecho que ha pasado, aunque ahora quizá pase menos, en Andalucía, que es un caso que conozco, lo admito, peor. Y pasó en Galicia, por mucho que el Sr. Núñez Feijoo ahora se desligue del pasado, cosa que, por otra parte, es de agradecer. Ya se sabe que, si el poder corrompe, el poder absoluto…
Lo que no sé es cómo va a acabar afectando todo esto a un Mariano Rajoy honrado –no me caben dudas de ello–, pero en exceso…relajado. Sufre calladamente a su partido, pero no da puñetazos sobre la mesa. Le aconsejan que mate a los que haya que matar, y los deja malheridos, que es lo peor; le dicen que sea expeditivo, y se refugia allá en la cueva del noroeste.
Y el caso es que necesitamos un partido fuerte de oposición, si no queremos que esta se fragmente en un pequeño montón de formaciones personalistas. Sí, hablo de Rosa Díez: a mí me encanta esa señora audaz y locuaz, pero no tiene, de verdad, ni programa ni partido. Le hace falta una mayor consistencia. Sé que se enfurece cuando lee estas cosas–luego no nos da un chat en diariocritico–, pero lo suyo sería una alianza estratégica –y táctica– con el PP, sin tener necesariamente que fusionarse con este partido. Eso, para derrotar al PSOE, si es que el PSOE tiene que ser derrotado.
Que esa es otra. Damos a Zapatero por caído en 2012, pero la piel de ese oso no está cazada. Quia. Falta mucho partido aún, y Rajoy debería estar colocándose adecuadamente para las mil batallas que integran una guerra. Y esto es la guerra.
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