Cumbre iberoamericana en Estoril. Suelo ir a estos encuentros, cuando puedo, porque tenemos en el grupo ocho periódicos basados en América Latina (con mejor o peor fortuna, que mantener una red así es complicado de narices). Pésima organización la de los portugueses, tanto para los periodistas como, en menor medida, para los delegados. Estas cosas, la verdad, no dan nada de sí. Veo los periódicos digitales y, excepto el mío, ninguno da nada en portada, y tienen razón. Nosotros lo magnificamos por lo de la red iberoamericana, que si no…
Pero veo que Lula, el brasileño imperialista, aprovecha la presencia de sus medios para venderse de líder. Lo que no hacen ni los argentinos ni, por supuesto, los españoles. A los periodistas de acá nos dan migajas de información, quizá para disimular que no hay una línea clara en torno a, por ejemplo, lo que ocurre en Honduras. Tampoco es que haya mucho interés oficial en cultivarnos.
Y, de todas formas, veo a Moratinos muy distraído, agobiado por lo de la saharaui Haider, que un día de estos se nos muere en Madrid, y, claro, por el secuestro de tres cooperantes españoles en Mauritania. A Zapatero aún no lo hemos visto, ni lo veremos, si Dios no lo remedia, hasta mañana en la conferencia de prensa final, una de esas ruedas en las que apenas se pueden colar un par de preguntas y en las que las respuestas son como de manual.
Y nosotros, tan contentos. Menudo periodismo que estamos haciendo (prefiero no citar el caso de ese «violador y asesino» de una niña de tres años que, luego, no era ni violador ni asesino, pero ya lo hemos hecho un desgraciado entre jueces, médicos y periodistas).
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