Mal asunto para un ministro de Interior tener enfrente, incómoda, a una institución como la Guardia Civil. Creo que se han cometido errores que justificarían el cese de la directora general del Cuerpo, si es que no también la del propio titular de la cartera, Fernando Grande Marlaska, persona a la que conozco, respeto y aprecio.
La destitución, sea por las razones que fuere, del responsable de la Benemérita en Madrid, coronel Diego Pérez de los Cobos, es legítima, pero inoportuna, mal ejecutada táctica y estratégicamente. Ha desencadenado la enojada decisión de retirarse del ‘número dos’ del Cuerpo, general Laurentino Ceña (que ya pasaba a la reserva en dos semanas, pero la adelantó como protesta) y ha cometido serios defectos de forma en el relevo de este último, saltándose el ministro el escalafón; un tema muy importante para una institución que siempre presumió de disciplina y orden.
Vaya por delante que no creo, ni deseo, que el ministro Grande Marlaska salga penalmente involucrado del pringoso asunto ‘8m’, contra lo que parecen desear algunos representantes de Vox, a los que les gustaría ver al ministro ‘engrilletado’. Va a resultar muy difícil probar una conexión directa entre aquellas manifestaciones del Día de la Mujer, último desencadenante de este episodio, y los contagios masivos por coronavirus, cuyas consecuencias acabamos de confirmar que han causado muchas más muertes de las reconocidas en el demencial recuento oficial: más de cuarenta y tres mil, cifra horrible en la jornada en la que comenzaba el luto nacional por fin decretado por el Gobierno central.
Temo, en todo caso, que nos centremos en la pelea política, utilizando en ella, claro, a los muertos, y nos alejemos de la verdadera gravedad de fondo del caso: la relevancia de la Guardia Civil en el mantenimiento del orden en momentos como los que vive España. Me parece que Grande Marlaska, a quien considero un hombre puntilloso y de honor, debería dar el paso de retirarse o, al menos, de retirar de inmediato a la directora general del Cuerpo, una profesional estimable que poco o nada tiene, en cualquier caso, que ver con el instituto armado, que cuenta con casi ochenta mil efectivos. Su nombramiento fue un error. Con eso no se juega ni se improvisa.
Pero ya tampoco es posible, contra lo que quiere la oposición, reincorporar a Pérez de los Cobos a su despacho en el cuartel de Tres Cantos. Critiqué la actuación de este coronel como encargado de la coordinación de las fuerzas de Seguridad aquel 1 de octubre de 2017, políticamente tan funesto, en el que se celebró la farsa de referéndum independentista; creí, y creo, que se equivocó en sus planteamientos, aunque eso poco tenga que ver con el tema que hoy nos ocupa. El caso es que el coronel se convirtió en una especie de ‘bestia negra’ para el independentismo. Solamente por eso, porque este independentismo se ha alegrado tanto con su salida, su cese ahora al frente del despacho de Madrid resulta aún más inconveniente: a él le convierte en un héroe, al ministro en un villano y los secesionistas más contumaces ya entonan el ‘¿veis cómo teníamos razón?’.
No, no volverá Pérez de los Cobos, pienso, a ese despacho tricantino, maldito para quien suscribe, o sea yo mismo, desde aquella primera y última vez que, en 1998, entré en él. Juan Ramos, el entonces coronel al mando, nos convocó allí a mi mujer y a mí para comunicarnos que ETA nos había seguido hasta nuestro domicilio, muy cercano al cuartel, y que deberíamos contar con algún tipo de escolta, hacernos con un perro guardián y, yo, comprar un revólver: “os protegeremos”, nos dijo. Aquellos eran tiempos muy duros, duros de verdad.
Desde entonces, mi agradecimiento a la Guardia Civil es profundo. El ministro Marlaska debería entender que estos no son ya los tiempos de Luis Roldán, que el instituto armado es muy apreciado, que su comportamiento es generalmente ejemplar y que en su seno caben pocas convulsiones. Algo que, por cierto, también deberían entender algunos portavoces de la oposición que, desde sede parlamentaria, hicieron este miércoles llamamientos a algo parecido a una insubordinación de los guardias contra el ministro.
Sí, este miércoles, Marlaska fue zarandeado parlamentariamente, con razón y alguna vez sin ella, en el Congreso de los Diputados. Si continúa en el caserón del Paseo de la Castellana, le auguro una temporada de sufrimientos: no ha acertado en su gestión y ahora tendrá que hacer frente, entre otras muchas cosas, a un millón de reclamaciones por las multas impuestas por burlar el confinamiento durante la pandemia. Y la brecha abierta en la Guardia Civil no se cerrará fácilmente. Bastantes crisis tenemos ya como para dejar heridas tan importantes sin cerrar. Ya sé que en España no se rectifica nunca, y dimitir es rectificar. Pero a veces, dimitir es también hacer lo mejor. Y lo correcto.
fjauregui@educa2020.es
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