Ahora hay quien afirma, en el principal partido de la oposición, que no habrá acuerdo ninguno con el PSOE mientras Pedro Sánchez no se retire del panorama político. Algo que, en mi opinión, no tiene sentido una vez que, nos guste o no, Sánchez lidera el partido que se ha alzado con la victoria en las elecciones del pasado domingo, y más de seis millones y medio de votos –seiscientos mil menos que en abril, por cierto; alguien debería reflexionar sobre esto en La Moncloa y en Ferraz—quieren que siga. Pedro Sánchez tiene el derecho y el deber de gestionar en persona la crisis que, de nuevo, se ha abierto con los resultados electorales. Y ahora le tocaría, para variar, hacerlo mejor que antes.
Así que las salidas son todas complicadas, pero alguna habrá que buscar para no incurrir en una repetición de elecciones que sería el acabóse, el comienzo de una ruta segura hacia el Estado fallido. Ya sé que está usted cansado de tanta especulación, de tanto cálculo de cuántos escaños se pueden reunir ante determinadas hipótesis y combinaciones para investir a Sánchez como presidente. Lo sé: yo mismo, que me dedico a esto, estoy más que harto. Sin embargo, déjeme analizar con usted cuáles son las soluciones que se adivinan en el horizonte, aunque no sea para otra cosa que para comprobar juntos las montañas de contradicciones, traiciones a las palabras dadas y políticas de baja estofa que se nos están acumulando estos días en el horizonte, haciendo presagiar lo peor para el futuro.
Primera hipótesis: Pedro Sánchez quiere hacer un Gobierno ‘de progreso’. Y, aunque confesó que le costaría dormir sabiendo que tiene ministros de Podemos en su Gobierno, dicen ahora que estaría dispuesto a arriesgarse al insomnio y ceder a las presiones de Pablo Iglesias, abrir el Consejo de Ministros a los ‘morados’ y ampliar el horizonte a la abstención o incluso colaboración de otras fuerzas, incluyendo quizá a los separatistas catalanes y quizá –muy dudoso me parece esto– al ‘nuevo’ Ciudadanos huérfano de Rivera.
Es decir, lo que salió mal en la no-investidura anterior se repetiría, incluyendo el momento en el que el secretario general de Podemos nos desgranará la lista de los puestos que apetece para su gente, para él y para su pareja; será la tercera vez que lo intente. Dicen que a la tercera va la vencida y ahora, aun habiéndose dejado siete escaños y medio millón de votos en las elecciones del domingo, pasaríamos a vivir la paradoja de que quien ha perdido en las urnas gana en los despachos alfombrados. ¿Es eso lo que deseaban los electores?
Segunda hipótesis: Pedro Sánchez quiere hacer un Gobierno en solitario. El mensaje de las urnas no es ese, precisamente: lo que han dicho los electores, creo que de manera inequívoca, es que Sánchez debe seguir gobernando –con tres escaños menos, eso sí–, pero, desde luego, no en solitario para hacer lo que le parezca oportuno, nombrando a placer a los amigos en las empresas más rentables, utilizando el CIS para sus fines, etc. Tiene que pactar. La cuestión es ¿qué?¿cuánto?¿con quién? Prosigamos.
Porque parece improbable que, a estas alturas, Sánchez espere que otras fuerzas, desde Unidas Podemos hasta el PP, faciliten su investidura gratis, a cambio de nada. Y, con una política tan ‘monetarizada’ como la española, en la que los componentes patrióticos y morales están tan ausentes, parece muy difícil que los otros no exijan mucho al PSOE, y además es comprensible; desde los ministerios de Podemos hasta los grandes acuerdos de Estado –y otras cosas—que podrían proceder del Partido Popular a cambio de una abstención que, hoy hoy por, parece difícil que los ‘populares’ concedan a la investidura del ahora presidente en funciones. Pero ya veremos.
Tercera hipótesis: el PP acaba accediendo, no obstante, a abstenerse en la investidura de Sánchez alegando motivos “patrióticos”. Ello exigiría un reconocimiento oficial de Casado como líder de la oposición, haciéndole quedar nacional e internacionalmente como un estadista, además de ventajas al presidente del PP para que Vox no se quedase ejerciendo casi en solitario esta oposición. Igualmente, serían deseables grandes acuerdos en políticas públicas y hasta en nombramientos de gentes cercanas al PP en puestos no ministeriales.
Porque en ningún caso, parece, se dará un Gobierno de coalición, y mire usted que personalmente lo siento. Sí, lo siento, porque ese, un Gobierno de coalición entre PSOE, PP y lo que queda del naufragio de Ciudadanos, durante una Legislatura ‘reformista’ abreviada a dos años, sería para mí el remedio ideal a la situación políticamente crítica que vivimos desde hace casi cuatro años. Se trataría, sí, casi de un Gobierno de salvación nacional, de concentración, frente a los desafíos del separatismo y para fortalecer una Constitución que ha de reformarse y una Jefatura del Estado crecientemente hostigada por varias fuerzas parlamentarias, entre ellas ese Unidas Podemos que quiere encaramarse al Gobierno del Reino de España.
Difícil veo esta salida del acuerdo PSOE-PP, porque nuestras fuerzas políticas aún piensan más en la supervivencia del partido que en el bienestar de la nación. Pero deberían meditar nuestros representantes en lo que ha ocurrido no solo en otros países, en los que partidos tan potentes como el Socialista virtualmente han desaparecido por la mala gestión de las crisis, sino en el nuestro propio: ahí está el caso de Ciudadanos que, como la UCD, el CDS y UPyD, no ha sabido estar a la altura de lo esperado en un partido que se reclama centrista. Que es facilitar la formación de un Gobierno de centro-derecha o de centro-izquierda, así de simple.
Otras hipótesis: las sumas que se hacen son muy variadas, pero intentar mezclar a Ciudadanos –a menos que los ‘naranjas’ varíen ciento ochenta grados su mensaje—con el PNV y con Podemos en un mismo acuerdo de gobierno me parece de aurora boreal. Ni tampoco me parecen acertadas las propuestas de una ‘soluciòn a la italiana’, consistente en buscar un técnico independiente que, con ministros de diversas formaciones, encabece un gobierno de transición durante uno o dos años. No veo para qué serviría eso, excepto para ganar un poco de tiempo inútil, ni cómo saldríamos después del atasco. Creo que es una variante barroca al ‘váyase, señor Sánchez’.
Este es el panorama que hay. Busque, compare y, después, compre alguna de estas salidas. Pero advierto que solamente con un gran pacto de Estado, a suscribir entre todos los posibles, con un proyecto creíble de reformas, comenzando por la de la normativa electoral, nos sacará de esta en la que nos han metido.
Fjauregui2educa2020.es
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