El aniversario de un aventurero

Dos años al frente del Gobierno tras una moción de censura –que fue como fue– le están dando a Pedro Sánchez para casi todo, bueno y malo. Nadie puede decir que el presidente del Gobierno y <
aspirante a seguir en ello no haya sufrido, y mucho, en el desempeño de su cargo: cómo iba él a imaginar que le iba a caer encima la que le cayó por culpa de un virus. Pero yo creo que su espíritu arriesgado, poco fiel a la palabra dada –las circunstancias mandan, y donde no podría dormir hoy se acuesta con su extraño compañero de cama–, le está haciendo gozar mucho más que padecer. Y este miércoles, tras ganar, increíble pero cierto, una sexta nueva votación crucial, Sánchez enfilará un nuevo tramo que, si no será triunfal, sí, al menos, será de resistente, que es lo que él es, en el palacio de la Cuesta de las Perdices.

No le ha ido mal a Sánchez en la última semana: el ingreso mínimo vital ha puesto en un aprieto a la derecha –que no necesita éxitos del Gobierno para dividirse; véase, si no, lo que está ocurriendo en la Comunidad de Madrid–; la pandemia retrocede, aunque las cifras, esas de ‘ningún muerto’, no sean del todo ciertas; y, aunque el desempleo avanza de modo pavoroso, se encuentran explicaciones lógicas para explicar esas cifras: a partir de ahora, todo irá, lento pero seguro, a mejor. A peor es difícil, desde luego.

Ahora empieza la desescalada, la recuperación, llegarán fondos europeos casi ‘gratis total’ aunque no le guste al holandés errante. Él, Sánchez, es el rostro omnipresente, semana a semana, y lo demás es paisaje. Excepto, claro, el vicepresidente, que incordia lo justo; mucho más incordio es ‘ella’, la ministra y mujer del vice, pero sus meteduras de pata se olvidarán, dicen las emisiones monclovitas, como se olvidó lo de Abalos con la señora aquella venezolana. Y como se han olvidado más cosas: la memoria selectiva.

Sí, los españoles son olvidadizos, tienden al perdón siempre que no se les cabree demasiado y que se reabran playas, bares, restaurantes, en el país que era el más alegre del mundo. Cierto es que el número de demandas y querellas judiciales que van a estallar cuando esto termine será tremendo y afectará a medio Gobierno, pero las cosas de palacio (de Justicia) van despacio, y más ahora que el colapso en los tribunales va a ser de aúpa: ahí sigue hasta el Consejo del Poder Judicial, varado desde hace año y pico. Además, las reclamaciones ante los jueces las plantea, mayoritariamente, Vox, y esos, ya se sabe, son presuntos golpistas.

Cierto también que se está dando una cierta –ciertísima—ocupación del Estado: Fiscalía, Abogacía del Estado, Comisión de Mercados y de la Competencia, Guardia Civil, empresas públicas y semipúblicas… No se respeta ni el veto a las ‘puertas giratorias’, ni la separación de poderes, ni el afecto a la transparencia y a la verdad. Pero la ‘desescalada’ y el triunfo en la sexta prórroga de un estado de alarma que no parece del todo necesario sirven, de momento, para taparlo todo.

Lo demás, pues como en ‘lo que el viento se llevó’: “ya me preocuparé mañana”, que dijo Scarlet O’Hara. Carpe diem, Pedro, que las encuestas, Ciudadanos, Esquerra, el PNV, te permiten seguir en la cuerda floja, tan divertida para un aventurero de verdad.

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