De la instrucción sumarial –de lo que se filtra de ella, quiero decir– y de la actitud de Garzón recurriendo al Tribunal Supremo, se infería hoy que el juez se inhibiría en el ‘caso Gürtel’ porque hay aforados. Durante horas, circularon algunos nombres conjeturando quiénes podrían ser tales aforados. El diario El País avanzó un par de estos nombres como gentes que aparecían en las grabaciones que, bien seleccionadas, se filtran a la cadena Ser. Uno de estos nombres era el de Esteban González Pons, vicesecretario general del PP. Hablé con él a media mañana, y estaba desolado: sin conocer el sumario en su integridad, estaba indefenso. Le dí la razón. Dos horas después, Garzón hacía llegar un comunicado diciendo que no era Pons el aforado. Que se sepa, de G.Pons –sí, es mi amigo– lo único que consta es que el cabecilla presunto de la trama corrupta, Francisco Correa, se refiere a él como «ese hijo de puta». Lo cual no parece precisamente inculpar a Pons, sino más bien al contrario. Le achacan una operación urbanística que no se realizó jamás. Y haber dado canales de la tele valenciana al empresario Ulibarri. Lo mismo que en todas las autonomías, que, lamentable y vengonzoso políticamente, sí, pero no relevante penalmente, han beneficiado a sus amigos con maná de teles; ¿o no ha ocurrido así en autonomías peperas y socialistas? No exculpo a nadie: inculpo a todos en una práctica sonrojante para la democracia. Le hablé de ello enn una ocasión a Esperanza Aguirre y me dijo, tan fresca: «engtre enfadar a los propios o a los ajenos, prefiero enfadar a los ajenos».
Pero no me parece que Pons tenga que someterse a la pena infamante porque la instrucción sumarial sea genérica, apresurada, tonante o porque el secreto se levante selectivamente, por pasajes y para los amigos. Aquí, los amigos, ya lo estamos viendo, se benefician de todo: el oro para el amigo, el plomo para el enemigo y para el indiferente (o sea, todos los demás), la legislación vigente. Eso sí, interpretada convenientemente por jueces de uno u otro signo que parece que entienden la ley de maneras contrapuestas.
¿Cómo erradicar estas prácticas políticas de una vez? ¿Para cuándo, por ejemplo, una declaración de la máxima responsable de la Comunidad de Madrid sobre las acusaciones de corrupción en segundos niveles de la CAM que a todos nos tranquilice, como hizo Camps con la tontería esa que publicó El País de su trajes? (y conste que apoyo la investigación seria que ha hecho este periódico de los espionajes y de las prácticas corruptas; no tanto algunas demasías, como esta del presidente valenciano).
Si empiezo a enumerar las irregularidades político-económicas y los desprecios que una cierta, y extendida, clase política hace a los ciudadanos, esta nota se alargaría demasiado: derroches autonómicos, viajes innecesarios de ministros/as, tonterías oficiales que pretenden ser tablas de salvación (menuda salvación), mentiras patentes y medias verdades apabullantes.
No se dan cuenta de que hemos entrado en una nueva era y que los poderes clásicos tienen que regenerarse. Todos ellos: el Ejecutivo (obvio), el Legislativo (ya empiezan a caer en la cuenta de que deberían trabajar un poco más), el Judicial (qué quieren que les diga). Y también, sospecho, ese cuarto poder al que Montesquieu no cita, pero que debería(mos) hacer un buen exámen de conciencia.
Y luego dicen que cunde el pesimismo, cuando en realidad debería proliferar un cierto sentimiento de indignación.
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