El cuarto poder…¿existe en un país sin más que un poder?

Aseguran que en Moncloa se desató este jueves una oleada de indignación cuando salió a la luz que ‘los jueces’, o sea el Supremo y el Consejo del Poder Judicial, habían arremetido contra el fiscal general del Estado y contra la presidenta del Consejo de Estado. ¿Acaso creía el Ejecutivo que la marga mano del ‘tercer poder’ no iba a propiciar una cierta venganza, reivindicando las cosas bien hechas, tras años de sufrir menosprecios y de ser ignorado por el Ejecutivo? De hecho, en ámbitos monclovitas piensan (y dicen, aún en voz baja) que el Consejo del Poder Judicial –y, en cierta medida, claro, el Tribunal Supremo– «se han convertido en la oposición al Gobierno». Quizá, pienso yo, en la única oposición que inquieta al Gobierno, que, a mi juicio, ha cometido el error de compatibilizar al ministro de Justicia con otras funciones parlamentarias y en el propio Ejecutivo.

Mal lo tiene el ‘triministro’ Félix Bolaños, que esta semana próxima tendrá que asistir, con cara compungida, al quinto aniversario de la violación del mandato constitucional que prescribe la renovación del gobierno de los jueces. Un triste aniversario, mientras las ideas más dispares y disparatadas, alguna lanzada por el propio presidente del CGPJ, circulan acerca de cómo forzar ‘por la puerta de atrás’ el relevo en el mandato de Sus Señorías. Que, según reconoce el propio Bolaños, parece que es lo único que en Bruselas alarma acerca del funcionamiento del Estado de Derecho en España, incluido el principio de la separación de poderes.

Desconozco aún el contenido completo del libro ‘Tierra firme’, que firma Pedro Sánchez y va camino de convertirse en el ‘best seller’ de la temporada gracias simplemente al ruido mediático previo a su aparición, este lunes. Pero sí adivino que, en lo que se refiere al peso de los poderes, una cosa que inquieta a Sánchez, sin duda mucho más consciente de lo que se cree de la huella que dejará en la Historia, es eso que ha dado en llamarse ‘el relato’. Quiere ser él, y no que seamos los medios de comunicación o los politólogos, quien cuente las interioridades de su asombrosa peripecia política.

Yo diría que, más aún que a los jueces –desde luego, no al Parlamento, que sustancialmente cree tener bajo control–, Sánchez y su entorno más íntimo temen a los periodistas, al tiempo que muestran un cierto desprecio por ellos. De ahí el escaso papel relevante en el que se nos coloca a la hora de la transparencia, que es un bien bastante escaso y que, como escribe Marta García Aller, solo alguien como Sánchez puede reivindicar mientras negocia en secreto, en lugar secreto y con alguien secreto sobre temas que nos conciernen pero de los que no nos informan. Periodistas y resto de ciudadanos curiosos, abstenerse.

No; hace tiempo que no pienso que los medios de comunicación sean el cuarto poder, aunque ahora, más que nunca, deberían serlo. Como tampoco creo que lo sea ese magma al que se conoce como ‘sociedad civil’, que en España está mucho menos y mucho peor organizada que en el conjunto de los países europeos. Ambos, medios y sociedad civil, tratan ocasionalmente de constituirse en un poder a añadir a los clásicos de Montesquieu, y ocasionalmente, en algún país, lo han logrado. Aquí, lamentablemente, ni es ni ha sido nunca el caso, y un trozo de culpa tendremos nosotros mismos de este fracaso, que algo, algo, nos amordaza a la hora de contar mucho de lo que está pasando, que, por cierto, no es poco.

Copiar al portapapelesImprimir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *