el cumpleaños del Rey ‘cae’ en mal día


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((Hice la primera entrevista al Príncipe de Asturias cuando cumplió los 18 años, para El País))
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Cumplir cincuenta años es algo muy importante en la vida de una persona. Es una entrada en la madurez definitiva: ya sabes lo que es bueno y malo, quien es bueno y quién malo. Y, sobre todo, sabes de la exactitud de aquella frase de Tarradellas, según la cual todo es admisible en política, excepto hacer el ridículo. Creo que el ciudadano Felipe de Borbón y Grecia, que además es Rey de España, ha ocupado el trono cuando le correspondía: ni demasiado pronto –tenía mucho que aprender–, ni demasiado tarde –está en plenitud de fuerzas físicas y mentales–. Desde que ocupó la Jefatura del Estado, no hace aún ni cuatro años, se ha enfrentado a retos, desafíos y dificultades por los que ni su padre, que también tuvo lo suyo, hubo de pasar. Ahora, precisamente el mismo día en el que va a celebrar su cumpleaños, este martes, Felipe de Borbón va a tener que sortear una de las situaciones institucionalmente más peligrosas a las que un estadista pueda tener que hacer frente.

Me siento incapaz de afirmar que el Gobierno de Mariano Rajoy, que se proclama monárquico pero que ha puesto en algún aprieto a la Monarquía, se haya equivocado rotundamente al plantear recurso al Constitucional tratando de paralizar la investidura del fugado Puigdemont como president de la Generalitat de Catalunya. También soy, desde luego, incapaz de asegurar que el Ejecutivo y quien ha impulsado este recurso, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, hayan acertado de lleno. Carezco de la suficiente formación jurídica para apostar demasiado por una tesis u otra.

Puede que haya habido algo de precipitación, y de esa seguridad que alguna vez acompaña a los abogados del Estado, en el paso dado sin haber evacuado consulta al principal órgano consultivo, perdón por la redundancia, y en este sentido puede que el varapalo jurídico haya sido merecido. Pero la intención era buena: hay que frenar la insensatez de consagrar representante del Estado en uno de los territorios más significativos e importantes de España a quien se ha convertido ya en el principal enemigo de ese Estado.

Un Estado que es monárquico y unitario. Un Estado que se llama España y que es la décima, o la undécima, no importa, potencia del mundo, no puede estar atrapada en el puño poco letrado de un aventurero que se autoproclama exiliado y que ha causado una verdadera catástrofe para sus representados y para quienes no lo somos. Algo tenía que hacer Rajoy, más allá del artículo 155. Y, con este recurso que pretende paralizar la sesión de investidura del martes en el Parlament, lo intentó.

Me consta que Rajoy está intentando defender con todas sus fuerzas el mantenimiento de un ‘statu quo’, de un sistema, que tiene a la Monarquía como la principal seña de identidad. Es una tarea en la que merece la pena abrasarse, y él se está abrasando. Temo que de esta va a salir, al menos, chamuscado y alguna/a de sus más cercanos/as colaboradores/as, carbonizado/a. Bueno, consolémonos pensando en que, al menos, habrá cambios de caras y tal vez de talantes y actitudes.

Porque algunos pensamos desde hace tiempo que, en lo referente a Cataluña, habría que haber insistido más en la conllevanza orteguiana y menos en la entrega del problema al brazo togado y a las puñetas. No sé si se quería tanto mostrar que en España existe la separación de poderes –que sí—como alejar del área de la pura política, del consenso, de la negociación, un problema de tomo y lomo. La cuestión es que todo esto está afectado seriamente a la imagen exterior de España, a la cohesión del Ejecutivo, está paralizando políticamente el país y está salpicando, lo queramos o no, a un Rey que tiene que acudir a Davos a pronunciar no el discurso convencional propio de los jefes de Estado cuando allí acuden, sino un parlamento bien comprometido, que mostraba a las claras las dificultades por las que atraviesa el país.

Resulta complicado tener que echar mano del Rey cada vez que pasamos por un mal trago, que últimamente está siendo demasiadas veces. Quizá sea necesario, en un futuro inminente, reforzar constitucionalmente el papel de la Jefatura del Estado y protegerla de avatares indeseables y de indeseables que viven en el puro avatar. Creo que el propio Monarca debería tomar conciencia de que no será solamente con videos familiares más o menos entrañables, más o menos espontáneos, como se consolidará de una vez el papel de la Monarquía, ahora encarnada por quizá el mejor Rey que haya tenido la Historia de España. Y eso, tanto Rajoy como los demás que militan en el área constitucionalista deberían tenerlo muy en cuenta a la hora de las ocurrencias que nos llevan al enfrentamiento entre instituciones.

fjauregui@educa2020.es

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