El ‘Españagate’, o el cúmulo de nuestras desdichas

Resulta imposible fiarse de un país en el que gentes como Villarejo, o Puigdemont o, salvando, claro, todas las distancias, las ambiciones personales de Pablo Iglesias, dominan el panorama subterráneo, que es ese ajeno a la luz y los taquígrafos, a la transparencia democrática obligada. Resulta decepcionante una nación en la que algunas de las víctimas de las escuchas y transcripciones ilegales, pero tan ampliamente difundidas, parece que. efectivamente, han hecho lo que esos susurros robados dicen que han hecho. Hablamos de corrupción, de manejos claramente ilícitos contra competidores, de amenazas y chantajes sin cuento. Y últimamente hay desde una ministra hasta la ex secretaria general de un partido (y, por supuesto, su marido), pasando por otro ex secretario general y ex ministro del mismo partido, involucrados en la mierda, con perdón, pero es que no acabo de encontrar otra palabra más adecuada. Y, hasta ahora, mantienen el silencio y nada desmienten, ante los medios o/y ante el Juzgado de Guardia de turno.

Lo llaman ‘Cospegate’, como hablamos antes del ‘Doloresdelgadogate’, del ‘Cifuentesgate’, del ‘Pujolgate’… Ni siquiera es el ‘Villarejogate’. En un país donde hasta se ha espiado subrepticiamiente una reunión privada y secreta del ministro del Interior en su propio despacho y seguimos sin saber quién fue, cómo pudo ser, resulta que la seguridad no ya jurídica, sino hasta personal, brilla por su ausencia. Esto es el ‘Españagate’: vivimos una situación en la que quienes pueden hacerlo espían a los demás, encontrando la certeza de que lo que espíen, si les es rentable para alguno de sus turbios fines, va a ser ampliamente difundido. Y de manera absolutamente impune, desde luego.

Y no defiendo, claro está, a la señora Cospedal y menos aún a su marido. Ni a la ministra de Justicia, ni a la ex ministra de Sanidad con su master ‘fake’. Ni a ninguno de los que nos dan a los ciudadanos, o lo intentan, gato por liebre. Creo que tanto a la actual ministra encargada de los temas legales y de la notaría del Reino como a la ex secretaria general y ex ministra de Defensa y ex presidenta de Castilla-La Mancha y ex tantas cosas, les quedan pocos días como miembro del Gobierno una y como diputada la otra: su renuncia es lo que va buscando quien cada día esparce la basura acumulada, que incluye también salpicaduras tan comprometidas como las que afectan ae Javier Arenas, algo que hasta puede hacer variar, se temen en el PP, los resultados en las elecciones andaluzas.

Lo siento como periodista y casi me alegro como persona: no he sido capaz de desentrañar dónde se sitúa el epicentro de todas estas maniobras orquestales, tan lamentables, en la oscuridad. Ni, sospechas al margen, se me alcanza cuáles son las finalidades que, desde lo de Corinna la falsa princesa hasta lo de Cospedal, el último juguete roto de nuestra política, buscan quienes acumulan hasta vídeos ilegales de cómo una personalidad se apropia, sin pagar, de dos cremas embellecedoras. Solo puedo decir que, dejando al margen el asco que siento por estos manipuladores de vidas y haciendas de los demás, yo también publicaría este triste material si llegase a mis manos, porque, ante todo, temo que incluso antes que ciudadano, me siento periodista. Y no me valen los argumentos de que se está socavando la credibilidad de quienes, elegidos por nosotros o no, nos representan: son ellos, y no lo que de ellos se difunde (si todo es cierto), quienes socavan esa credibilidad.

Pero, también como periodista, y como mero observador de lo que nos pasa, tengo que decir que así no vamos bien. Primero, porque algunos de aquellos a los que dimos nuestro voto y les pagamos el puesto han pretendido abusar de nosotros, las gentes de la puñetera calle. Y, segundo, porque a este paso acabarán pagando justos por pecadores y ya no sabremos en quién confiar, cuando, he de decirlo, creo que me consta que la inmensa mayoría de nuestros políticos puede que muy brillantes algunos no sean; pero honrados, básicamente honrados al menos, seguro que sí lo son. Y esa es la tragedia del ‘Españagate’ que cada día conoce un nuevo episodio.

fjauregui@educa2020.es

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