El Gobierno en funciones, como ausente

Absortos como estamos contemplando cómo Pedro Sánchez, centrado en lo suyo, intenta la cuadratura del círculo de contentar a los españoles de uno y otro lado –los irredentos secesionistas incluidos, claro–, empezando por los de su propio partido, no percibimos que el Gobierno anda como ausente de los grandes procesos del mundo mundial: ¿qué le ha parecido al Gobierno español –pero ¿qué Gobierno?—la peligrosa victoria de Boris Johnson? Y de la insulsa ‘cumbre’ del clima, ¿qué?. Pues eso: que bien, gracias. Y Greta. No nos hagan pensar en naderías como el futuro de Europa o el del planeta. La nación está paralizada, en suspenso y con mucho suspense: ¿tendremos investidura rondando el día de los inocentes, por Reyes, en plena cuesta de enero, nunca? Preguntémosle a Junqueras. O al mismísimo Torra, el principal enemigo del Estado.

El martes a las ocho, la hora exigida por el president de la Generalitat, habrá conversación telefónica Sánchez-Torra. A menos que el presidente del Gobierno central en funciones acabe de cabrearse con tanto postureo chulesco por parte del molt honorable. Quizá Pablo Casado o Inés Arrimadas logren reconducir, en sus visitas en el Congreso al inquilino de La Moncloa, el rumbo del buque del Estado; pero, a estas alturas, me permito dudarlo. Sánchez está más cerca de Iceta que de Emiliano García-Page, sospecho; más próximo a entenderse con Oriol Junqueras que con el aragonés Lambán. Y me parece que Pablo Casado ya apuesta por una Legislatura corta, traumática, que, al final, acabe entregándole a él las llaves de La Moncloa y el corazón del partido que aún ni siquiera lidera formalmente Inés Arrimadas.

Todo esto, claro, nos excluye a los españoles en conjunto, que ya ni sabemos a qué carta quedarnos, no apostamos más allá de la lotería de doña Manolita ni nos angustiamos por cosas más trascendentes que el partido Barça-Real Madrid, que esa es otra. ¿Quién piensa en los ciudadanos que sufrirán las consecuencias del Brexit, quién en los ‘gretathunberianos’ que se rebelarán contra la falta de acuerdos tangibles del COP25, tan brillantemente organizado por otra parte? Nadie parece pensar, ni en las alturas oficiales ni a ras del suelo, en esas fruslerías. El Gobierno en funciones dedica todos sus afanes a conmemorar el primer aniversario de los acuerdos de Pedralbes, que tanto oxígeno dieron a Torra, en tener más o menos contento al antes ‘hooligan’ Gabriel Rufián y en mantener el diálogo subterráneo con el preso más famoso de España.

Que, insisto, el diálogo nunca me parece mal. Pero para que un diálogo fructifique hay que tener muy claro con quién, para qué y cómo se dialoga. Y en qué, además de la hora exigida por el interlocutor, estamos dispuestos a ceder y acerca de qué jamás cederemos. Crujen, hay que decirlo una vez más, las cuadernas de la nave del Estado, con el velamen de la Constitución sometido a vientos inclementes, con un capitán cuya brújula ha caído al mar embravecido y con una tripulación dividida entre acercarse a la escollera, a ver si por allí escampa, o virar al mar abierto, en busca de nuevas oportunidades. Menuda navegación.

fjauregui@educa2020.es

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