Temo que voy a lanzar una afirmación discutible para muchos: la mayor parte de nuestros políticos, los españoles, son sensatos. Tienen sentido común. Quizá sean, muchos, irreflexivos, improvisadores, no lo suficientemente cultos, sectarios y escasamente imaginativos. Pero no creo que la insensatez -o la falta de honradez- sean, salvo excepciones ocasionales, una de las tónicas dominantes en una clase política en ocasiones más maltratada por cuestiones coyunturales y de detalle que por temas verdaderamente de fondo.
Precisamente porque me atrevo a decir lo que antecede, confieso que me han extrañado algunos recientes intercambios verbales entre nuestros contendientes políticos. Que Mariano Rajoy, al parecer en plena euforia dictada por las encuestas, diga que le da igual quién se le enfrente, Zapatero, Rubalcaba “Pepiño o la Chacón”, me resulta impropio de alguien como el presidente del PP. Como me resulta cuando menos chocante la respuesta del irrespetuosamente calificado como ‘Pepiño’, llena de sal gorda y falta de imaginación y de educación.
Tengo gran estima por los dos citados, como la tengo por el portavoz del Partido Popular, Esteban González Pons, cuyos últimos mensajes a la opinión pública me resultan últimamente algo faltos de conexión con la realidad y hasta con la veracidad, por decir lo menos.
Mal camino elige esta ‘cara visible’ -y presumiblemente llena de futuro- del principal partido de la oposición, cuya tónica general, decidida, supongo, por Rajoy, está siendo más bien la moderación y la cautela, como bien se mostró en los silencios del líder del PP acerca de la increíble sentencia absolutoria (por haber prescrito el presunto delito) para Carlos Fabra o incluso en su comprensible enfado ‘con sordina’ en otro caso escandaloso: el transfuguismo socialista en Benidorm.
Ya digo: son los aspectos negativos de una realidad demasiado poliédrica, que tiene, lógico, su parte buena y su parte mala. Pero no quiero, precisamente hoy, unirme al coro de quienes denigran, por principio, a la clase política convirtiéndola apenas en el tercer problema que padecemos los españoles. Nos guste o no, esa misma clase política, que me parece que va tomando conciencia de cuál es la verdadera situación de la sociedad aquí y ahora, es no solamente el problema: tiene forzosamente que ser también la solución.
Deja una respuesta