(este no será el ganador)
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(estos, tampoco)
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(ni estos)
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Qué remedio que hablar aquí, para rebosar el hartazgo ante lo ridículo, de la famosa moción de censura. Este domingo muchos medios entrevistaban a Ramón Tamames, que sigue diciendo cosas desconcertantes para sus patrocinadores, como que Feijoo es un político razonable o que Sánchez tiene coraje político. Claro, la moción la van a perder estos patrocinadores y la van a ganar los dos principales rivales en la arena de este circo. Ni Vox, ni Tamames, ni, Yolanda, ni, desde luego, Podemos, ni los nacionalistas, que acuden con palomitas apenas a contemplar el espectáculo. El ganador de la absurda moción va a ser el ausente, aunque sabe que los presentes le van a sacudir de lo lindo. Bueno, y Sánchez, claro, que, como la banca en los casinos, siempre gana.
Cuando lo reinante es la confusión, lo mejor es no estar inmerso en ella. Pienso que Alberto Núñez Feijoo hace bien en no acudir a la jaula de grillos y abstenerse a la hora de la votación: así, no apoya ni al disparate de Vox ni a un Gobierno al que considera, creo que precipitadamente, en tiempo de descuento, cuarteado, casi en funciones. Quizá, deslumbrado por sus encuestas y por su encuestador de cabecera, que le dice que el PSOE no puede, simplemente no puede, ganar las elecciones, el presidente del PP, a punto de cumplir su primer aniversario (1 de abril) en el cargo, se esté dejando llevar de un exceso de confianza. Pero hace bien en desentenderse de una moción de censura que en teoría es contra Pedro Sánchez, pero que en realidad es contra Feijóo, que es la figura emergente a la que se dirigirán los tiros verbales en el espectáculo político más apasionante, por surrealista, de la década. Se agotan las entradas.
Y probablemente, quien más disparará su verbo agresivo contra el líder de la oposición será el propio Sánchez, que ‘perdonará la vida’ al catedrático ex comunista nonagenario que va a censurarle y que seguramente hablará muy poco, o nada, de Feijoo. No como Sánchez, que vaya si atacará, incluso comparándole con el olvidado Pablo Casado, incluso sacando a relucir fotos que amarillean, al presidente del PP. Equivocándose, una vez más, en la estrategia de confrontación que le aconsejan asesores externos a La Moncloa.
Porque, al no estar en el hemiciclo para responder a los golpes, algunos bajos, Feijoo tiene todo el espacio exterior para actuar y se le dedicará probablemente una atención más selectiva de la que hubiera recibido de haber sido un contendiente más. Hay ausencias que en determinadas ocasiones son más que presencias. Yo diría que el líder del PP ha actuado razonablemente bien estas semanas de algarabía generalizada, limitándose a presentar su ‘think tank’, que cuenta con figuras muy respetables, y a rescatar a ex ministros de la era Rajoy que aún conservan buena imagen.
Ahora, a Feijoo solo le queda presentar un programa de actuación con ideas razonables –no, no va a bastar con decir que derogará todo lo hecho por los socialistas–, estudiar inglés por las noches y sonreír un poco más empáticamente en los agrestes cenáculos madrileños. Pero, por supuesto, todo eso será cuando pase este frenesí fallero, este disparate e(moción)ante, el jolgorio de patio de colegio animado por el ‘tamamazo’ del viejo profesor de los atuendos chillones. Entonces, Sánchez cambiará a un par de ministras, o tres, ya veremos, y empezará la guerra en serio. Y ahí sí va a estar Feijoo de cuerpo presente. El viejo bipartidismo; vuelve, que te perdonamos.
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