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(una fiesta demasiado envarada)
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Que no es lo mismo pasear por las calles de Barcelona que por las de Madrid es una obviedad: en unas y otras se escuchan cosas muy diferentes, como si estuviésemos hablando de temas relativos a distintos planetas. Lo mismo con el Rey: de la reprobación en el Parlament catalán a la adhesión de mil quinientas personas en el Palacio de Oriente conmemorado el día de la fiesta nacional hay un abismo. Es como si hubiese dos Españas, aquí de nuevo, una negando una jornada de orgullo patriótico y la otra lanzada de lleno a la celebración, incluso puede que hasta la demasía, de esa misma jornada. Y ay de usted si pretende situarse entre esa dos Españas: ambas le helarán a usted el corazón.
Como cada año, asistí este viernes a la recepción del 12 de octubre en el palacio real. Un periodista debe ir allá donde le llaman, suponiendo que habrá noticia. Y eso que me disgustan los corrillos en torno a los políticos –el Gobierno apareció muy a última hora—y me encanta, en cambio la conversación demorada con quienes ya dejaron de serlo: un ex político se vuelve mucho más asequible para los periodistas, aunque sean periodistas-invitados y no vayan allí a ejerce (siempre acabamos ejerciendo, claro)r, que un político ejerciente.
Y es que, como viene ocurriendo desde hace tres años, cuando comenzó esta crisis política de la que no acabamos de salir –¿o quizá nos estemos hundiendo más en ella?—una tensión electrizante recorre las grandes salas del palacio donde se apiñan gentes uniformadas y sin uniformar, magistrados, algún artista, muchos periodistas, ciertos empresarios: este año vivíamos bajo la presión del acuerdo presupuestario entre el Gobierno y Podemos, tan bien capitalizado por el ‘vicepresidente in pectore’ Pablo Iglesias. A algunos de mis interlocutores ‘de orden’ les comenté que algunas partes de estos Presupuestos en proyecto no me parecían tan mal, especialmente en su vertiente más social, y me miraron como deseando asesinarme. Luego, a algún socialista le dije que cualquier apoyo que venga de Pablo iglesias –ausente en esta recepción que seguro que le parece pura caspa–acabará asfixiando a este Gobierno, como el abrazo del oso, y carraspeó. Saben que eso es así, pero ¿cómo iban a reconocerlo? Menuda coalición de riesgo están fraguando…
Es el caso que, como siempre, merodeaba sobre la fiesta nacional la España ‘oficial’ y la que no lo es tanto, y eso, cuando no es declaradamente antisistema. Ya digo que la declaración del Parlament reprobando al jefe del Estado, que es también el Estado de todos los catalanes, me pareció que añadía alguna nube a la ya lluviosa jornada. Por allí no fueron ni los de Podemos, ni los nacionalistas vascos, ni los de Esquerra, ni los de Junts per Cat, ni, claro, los de Bildu, ni las Mareas, ni…Y tampoco, por cierto, los ex presidentes del Gobierno ni muchos presidentes autonómicos. Así que, como tantos otros años, la celebración quedó coja, con los mil quinientos de siempre saludándonos o evitándonos como siempre. El Rey no está solo, pero entre todos, incluyéndole, tenemos que evitar que algún día llegue a estarlo.
fjauregui@educa2020.es
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