Está molesto Francisco Alvarez Cascos, que ha sido muchas cosas en este país en tiempos de José María Aznar, porque, entre otros epítetos, los militantes del PP asturiano que le son adversos le han llamado “sexagenario”. Cascos, que tiene un carácter, como sabemos quienes algo le hemos ido conociendo, cuando menos sanguíneo, ignífugo y flamígero, equipara, en su escrito de protesta/renuncia a la dirección nacional de su ya ex partido, esto de ‘sexagenario’ con otras descalificaciones, como la de ‘terrorista callejero’, que le han propinado sus detractores. Quienes, de ninguna manera, querían que el ex acudiese a encabezar la lista autonómica de Asturias, donde había prometido “limpiar” el partido; cosa que, claro, a los presuntos ‘limpiados’, que ya conocen los modos expeditivos del antaño secretario general, les hacía poca gracia.
Bueno, no me extraña en portazo de Cascos, convencido, al parecer, de que sigue siendo una clave en la política española, aunque acaso un porcentaje de votantes, asturianos y no, ya no recuerde los muchos sacrificios que él piensa que hizo por la Patria. Por eso me parece lógico que le moleste tanto que le llamen ‘sexagenario’, lo que, por cierto, según la definición de los septuagenarios de la Real Academia, es de pleno derecho: está incurso en esa década de los sesenta, que empieza a transitar por lo que se llama ‘tercera edad’, concepto que enerva al activísimo –por muchos conceptos—señor Cascos .
‘Paco’ Cascos es de los que no se resignan a que las nuevas generaciones nos vayan sustituyendo. O suplantando, en su concepto. Ni soy asturiano, ni milito en partido alguno, ni debo favor especial a Cascos ni le guardo otra animadversión, precisamente, que este despecho por ser calificado de sexagenario. Porque uno, que acaba de celebrar su sexagésimo cumpleaños, piensa que aún le queda mucho por hacer en esta vida, sobre todo desde que Zapatero nos acaba de decretar una nueva prórroga en el partido de la vida laboral. Nos queda, ya digo, mucho futuro por delante, a Cascos, a mí y a todo un ejército de más o menos coaetáneos. Pero eso sí: sin avasallar, don Paco, sin avasallar.
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