Que un ser moralmente tan deleznable como De Juana Chaos pueda acabar convirtiéndose en un símbolo contra el sistema para algunos me parece un síntoma de hasta dónde han caído los significados morales en una parte, es verdad que ínfima, de la sociedad. Sé que yo soy, al frente de mi periódico, el primer culpable, pero a alguien así no deberíamos darle cobertura informativa sino en una mínima referencia. ¿Que hace ahora otra huelga de hambre? Ya no tiene la más mínima importancia. ¿Que va diciendo que la presión mediática le amarga la vida? Más se la amargó él a sus víctimas, familiares y a la sociedad en general. Me parece acertado que la Fiscalía le haya embargado esa casa –que era todo un alzamiento de bienes– para que pague sus responsabiliudades civiles, tras haber malpagado las penales.
Porque sería muy importante que quienes matan, secuestran o roban sepan que esas responsabilidades civiles se pagan, que el dinero de las víctimas no es algo que adelanta el Estado, así sin más, sino que son los culpoables quienes han de hacer frente también a la parte ‘civil’ de sus crímenes. Y también es muy importante que caiga sobre esos culpables la condena de la sociedad, ahora personalizada en esa ‘presión mediática’ que hace que De Juana, que parece haberle cogido afición a la cosa, entre de nuevo en huelga de hambre.
El error fue haber sido tolerantes con este tipo, ante el miedo a su muerte y las consecuencias que podría haber acarreado en cuanto a una negciación con ETA que yo defendía, y defiendo —pero sin cesiones inasumibles–: la imagen del asesino múltiple paseando con su novia por las afueras del hospital resultó, sin más, corrosiva para la sociedad.
De Juana debe quedar como un referente de lo que no puede llegar a convertirse un ser humano. ¿Cómo puede extrañarse de que lo condena la sociedad? Reinserción, con sus límites, pues claro; siempre y cuando no sea un escape para no cumplir con las responsabilidades del delito. Pero este individuo difícilmente puede considerarse un reinsertado, por mucho que nos susurren que ya no está en la banda del horror; él es, en sí mismo, un horror. Menos mal que ha conseguido que, al menos por una vez, todos estén unidos en su contra, y que PP y PSOE hayan emprendido –no podía ser de otra forma, desde luego– un camino conjunto para impedir que siga burlándose de la sociedad sana, que somos todos menos el puñado de fanáticos que, allá, siguen en su aquelarre.
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