Hace muchos años que sigo las reuniones del comité federal del PSOE. Este sábado quizá me pase por allí, para escuchar, al menos, la intervención inicial de Rodríguez Zapatero. Zetapé nos tiene a todos medio confundidos: seguimos desconociéndole. O quizá le interpretamos mal. Yo creo que sí tiene una idea general de lo que debe ser la reordenación territorial de España, aunque la conducción del tema esté llevando a un peligrosísimo divorcio entre los catalanes y el resto de los españoles. Pero el problema ya estaba ahí. En Cataluña se agravó cuando se formó el tripartito, a finales de 2003. En Euskadi, la cuestión del desagrado de una parte de lña población ante el hecho de ser españoles lleva coleando, te dicen, desde las guerras carlistas. No muy racional (la doctrina de Sabino Arana no lo era), pero a saber si los nacionalismos, los sentimientos patrióticos, las religiones o el espiritismo, cosas todas que existen en la compleja alma de las gentes, son racionales.
Bien, y en esto llegó ZP, y mandó acelerar. La idea, tras el frenazo aznarista, no estaba mal: hacer que los nacionalistas se sientan (más o menos) a gusto en el Estado, o sea, en España, o sea, en la nación (vaya lío más tonto con la palabra). Para ello, había que hacer concesiones, claro. Lo que ocurrió es que aceleró demasiado, sin el vehículo adecuado y sin haber puesto de acuerdo previamente a todo el pasaje, porque el país no es suyo, y hombre, algo más sí que debería haber hablado con el PP, que tiene diez millones de voto de nada, aunque a veces la cerrazón sea su divisa. Y, además, ZP tampoco nos ha hablado claro. ¿Lo hará este sábado, ante el comité federal? Más aún: ¿lo tiene claro él? Ay, Dios mío, qué lío nos ha traío este tío… (y el caso es que yo aún sigo confiando en que nos saque del embrollo; ¿seré ingenuo?).
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